Día 28, Sábado, San Esteban de Gormaz, Burgo de Osma. 17 Km.
Hoy no he hecho trampa, mío Cid, y he cubierto a pie todo el recorrido. Nada de subirme en el acorazado y pedirle sopitas a la maga María como la mayoría de las etapas. Hoy no.
Es que quería meditar acerca de este peregrinaje sin indulgencias que estoy haciendo. Para mí es toda una experiencia de vida, máxime cuando he vivido tantos años con un experto en vos y en el Cantar que lo leía con voz grave y maravillosa.
Vinimos Goyita y yo y ahora ya somos tres en la cuadrilla porque hemos incorporado a Pili Sevilla, la burgalesa, tan divertida y tan buena persona, que se queda en nuestro mismo castillo. A medida que han pasado las etapas se han ido incorporando más gente. Lo de hoy ha sido fervor. Qué poder de convocatoria tenéis, o tienen entre Per Abbat y Pero Gil Abad, que son de la misma familia.
Andar por los caminos es un ejercicio de convivencia como hay pocos. Hoy han tocado rastrojos, que había que atajar por entre las curvas del sendero.
La cuadrilla parece que no tiene conciencia de la situación de desterrada y anda tan contenta y dicharachera. Hay también quien está utilizando la marcha para evadirse de su vida cotidiana sin salir de sí misma; como que caminara sonámbula llevando el destierro en el alma. Triste, mi señor. Muy triste. Otros aprovechan para confesar su secretos, que es bueno tener confesor extranjero, al que no hay que rendir más cuentas que de las que nos interesa liberarnos.
En Alcubilla del Marqués tenéis una escultura en la plaza, junto al pilón. Hemos aprovechado para hacernos una foto de la mesnada al completo, con caballos y todo. Un poco naif parecéis. Pero es lo que se lleva en estos tiempos. Otra vuelta al románico.
Y en Burgo de Osma hemos estado en la catedral, engalanada porque había boda de tronío. Lo menos se casaba la hija del alcaide, que llegó preciosa en un en un Rolls-Royce. Ni contar os quiero cómo iban los invitados. De marca todos. Nada de todoacién como los aderezos que nos hemos comprado para la cena medieval de mañana.
En la catedral me he encontrado con un antiguo conocido de Palencia: el arzobispo Fonseca, que aquí se gastó la mayoría de los diezmos que pagaban los siervos para demostrar su poderío ante el pueblo y sobornar a Dios en el más allá.
Lo mejor de todo, mi señor, ha sido el enterarme de un milagro milagroso que ocurrió en vuestros tiempos, cuando un sacristán le tiró un trasto al Cristo del altar para espantar un pollo. El mi pobre erró el tiro y se lo dirigió al Cristo, que, dolorido, sangró. El obispo, que no podía ser mi Fonseca, que nació más tarde, recogió la sangre y se venera en un algodón dentro de un relicario.
No me digáis que no es curioso. Ahora que ya se les está agotando el tema a los teólogos, pueden sacar una variante intentando hacerse con el genoma divino mismamente.
Me pareció magnífico, y un documento gráfico de la vida medieval, el sepulcro de san Pedro de Osma, policromado. Él solo se merece una visita a la ciudad, que es acogedora y magnífica, con mucho señorío.
30-agosto 2010 PJ Blanco Rubio
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