miércoles, 18 de noviembre de 2015

Taller CAUDAL DE PrOESÍAS



Desde la Asociación Escribe - Lee nos alegra anunciar que el próximo lunes 30 de noviembre, en el Taller CAUDAL DE PrOESÍAS, contamos con la presencia del poeta Juan Manuel Uría.

Iniciamos el recorrido traspasando la “Puerta de Coral” donde descubrimos el placer de Pintar y Escribir “unicornio” por las paredes. Color y Palabra se hermanaran en un cuerno añil. Constatamos las “Transformaciones” del espíritu camello-león-niño descritas  por Friedrich Nietzsche en “Así habló Zaratustra”.

Tenemos la oportunidad de conversar con Juan Manuel y descubrir las “Huellas del límite” marcadas  por el poeta durante el proceso  de construcción de sus poemas.

Llegamos a la conclusión de que la poesía es un arma ¿cargada de futuro?. En palabras del poeta, su forma lápiz de punta roma. Es la “Manzana de vaho” de la que se alimenta, que, aunque evanescente e inasible, nutre.

También contamos con vuestra presencia. Os invitamos a  participar en este recorrido, recitando poemas de Juan Manuel Uría. 

Previamente, y para conseguir una buena lectura, recetamos píldoras de aforismos, “Dos por la mañana”.
El aforismo tiene mucho de zanahoria: lo bueno queda oculto, bajo tierra, y si comes muchas, mejora la vista.


  Trino altibajo

Sigo midiendo el trébol  por la fuerza de mi paso. Trazo la
diagonal sobre mi nombre para que interceda la tachadura.
No temo al nublo ciego que me señala. Yo lo señalo, a mi
vez con un punto y aparte.

No me he cepillado el cabello pues al aire se lo presto. En el aire
existe mi pelo como arde en la llama, donde, curiosamente,
se fortalece. Si no me cepillo el pelo no me visto en consecuencia. 
Mi desnudez no contrasta, y me alegro. Se suma al paisaje
como una pincelada.

He leído un libro en el rostro de un niño: he augurado los
días venideros en las manos del frío. Soy muy capaz de esto
y de más. Tangente a la verdad del misterio, mi dedo indica
los límites.

Sigo en mi fe periódica sostenida de un fino trino altibajo.
Un trino ondulado en la cabeza de una mujer joven, sexualmente
 océana. Yo la convoco, me baño en ella, mido aquí
también la fuerza de mi natación. En ella mi cabello es alga,
es decir, me perfecciono.

Anida en mi frente un no. Hago de mi silbo, si se escucha
bien una burla. El curvo ciego se delata en su bordoneo:
miente, se margina, tantea como auscultando. Yo lo empujo
y cae precipicio abajo, como una coma absurda, como un sol
apagado. Y me río, impertinente, como una aurora.
                                         
         “Las huellas del límite”  J. M. Uría



domingo, 1 de noviembre de 2015

Taller de Crítica literaria Noviembre 2015

CABARET BIARRITZ José C. Vales.


Los grandes premios literarios, los que proporcionan dinero al autor, y un lugar en el Parnaso nacional, suelen adolecer de un estilo literario bastante convencional. La mayoría de las veces se conceden a escritores que ya pululan entre las tertulias oficiales y oficiosas, lo que no da demasiada credibilidad a la calidad de los mismos.
Así que, cuando te encuentras el último premio Nadal y descubres un bombón una se queda perpleja, cree en Dios, y piensa que, alguna vez el jurado se olvida de los amigos en beneficio de la calidad y la originalidad.

Cabaret Biarritz (José C. Vales, Zamora 1965) publicado por Destino es un libro loco en el que se cruzan géneros literarios de una forma atrabiliariamente cómica, que engancha al lector desde la primera entrevista y que hace sonreír tanto cuando explica las hazañas gloriosas de los veraneantes internacionales en la Biarritz de los años veinte, como cuando describe sus miserias.

En el argumento, un periodista, Georges Miet, al servicio de una revista de sociedad investiga una serie de muertes acaecidas en 1925, aparentemente accidentales, quince años después de los hechos, por lo que necesita recurrir a la memoria de cuantos variopintos personajes consigue convocar.

Naturalmente, los entrevistados comentan en primera persona no ya su opinión de los acontecimientos, sino su implicación en la vida decadente de aquel Biarritz dorado donde lo mismo se citaban reyes que vividores, todos bien servidos por el señor Moët, cuyo champán alegraba penas y jolgorios.

Ya entonces, al ocurrir la muerte de la primera jovencita, se ponen a investigar un periodista y un fotógrafo, que, a su vez intentan desentrañar la verdad de lo que ha sido un aparente suicidio, abriendo la línea de novela negra. Muy negra, desde luego, porque tras la frivolidad de los viajes en globo, la playa con los “bains de pied”, controlados por los apuestos “guides bagneurs”, las partidas de brigde, y la ópera en el Casino para las damas exquisitas, amén de la doble vida de los caballeros entre el cabaret y los partidos de croquet, se esconden infidelidades, orgías, traiciones, racismo, venganzas y hasta críticas hacia las novedades de la época.
Aunque el humor, casi inglés, parezca convertirlo en una historia superficial, solamente el juego expresivo que el autor utiliza para aplicar a cada uno de sus personajes el vocabulario y las circunstancias oportunas, llenas de circunloquios -algunos hilarantes- aparentemente ajenos a la investigación, lo convierte en un verdadero estudio sicológicosocial.

Cada una de las entrevistas supone un flash que ilumina un aspecto diferente de la vida artificial que se focalizaba en la ciudad turística por excelencia de la Francia de los años veinte, en competencia con San Sebastián, más glamurosa para muchos elegantes.

Se trata, por consiguiente, de una obra coral con multitud de protagonistas, que arropan a aquellos sobre los que descarga la historia, que peca de trivial.
El narrador pretende que los textos que aporta, perdidos y desparejados muchos, traducidos del francés, interesen al lector, que a su vez, va componiendo la fábula. Para ello hay que seguir las anotaciones marginales que son totalmente ficticias, pero complementan las declaraciones de algunos de los interrogados.
No sé si Cabaret Biarritz es una novela propiamente dicha ni, si en este caso, sería fácil catalogarla en algún género concreto. Pero el autor ha sido capaz de innovar, creando con gracia e ironía un relato ameno, literariamente impecable, y que se lee de un tirón.

¿Y no es eso lo que necesitamos en la escritura? Sabemos que ya todo está contado. Por eso hay que saberlo contar de distinta manera. Y José C. Vales lo ha conseguido.
Esperemos que en sucesivos libros nos siga sorprendiendo y nos haga disfrutar con su prosa exquisita.



PJ Blanco 28-10-2015

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Taller de Crítica literaria Octubre 2015

            TREINTA MIL GATOPARDOS

Mientras degustaba “El Gatopardo” durante el verano, se interferían en mi mente las secuencias magistrales de Visconti con las que iba creando mi propia imaginación a medida que avanzaba en su lectura.Afortunadamente- y lo digo en serio- siempre he gozado de muy mala memoria, por lo que puedo ver o leer varias veces una misma obra al cabo de cierto tiempo, y disfrutar siempre de su contenido con la misma intensidad, modificado, a veces solamente, por un recuerdo vago de la visión anterior.

Ese ha sido mi caso esta vez en el que la película, tan lejana, me enmarcaba situaciones, con muy liviana precisión y tenía que componérmelas en mi fantasía partiendo del texto.
Me ha resultado más melancólico el libro que la película y he valorado más el juego del autor literario, que procura no tanto escribir una novela histórica cuanto convertir en creíble e histórica su novela.

Quién más me ha interesado, tal vez porque intenta hacer un retrato de sus antepasados en momentos tan cruciales como los presentes -de un fin y principio de era- con mutaciones sociales que originan conflictos sicológicos y morales, ha sido el propio escritor.
Giuseppe Tomasi di Lampedusa (Palermo 1896- Roma 1957) creador de un concepto político, el gatopardismo, con el que se puede o no estar de acuerdo, no había escrito jamás más allá que cartas familiares y, a los 58 años, cogió la pluma en el café dónde solía reunirse con sus amigos, y se puso a escribir una obra maestra.¡Anda ya! Su única novela que, incluso, ni vio publicada porque, como en muchos casos, los “técnicos” literarios que la preleyeron no estaban a la altura de semejante obra de arte…
¿Cómo fue posible que a una edad tan avanzada, y de sopetón, le entrara la furia narrativa a Lampedusa? 

Me ha hecho pensar en tantas personas que, al llegar a su madurez, sin una preparación específica, necesitan contar sus riquísimas experiencias.
¿Dónde tuvo almacenada tantos años la magia para reunir en una ficción tanta sensibilidad, tanta belleza, cinismo, ironía, reflexión, tanto arte para jugar con la fantasía y la historia, basándose en personajes que existieron pero con otras características diferentes a las que él les iba otorgando?

Leyendo Lampedusa fue durante toda su vida un lector impenitente.
La lectura es la comunicación absoluta entre dos personas: en la que el escritor penetra en el alma del lector poseyéndolo totalmente y preñándolo con su mensaje. ¿ O es el lector, seducido, quién desea ser penetrado y poseído por él?

Por fortuna, no todos los lectores del mundo necesitan parir un libro. A la mayoría se le va diluyendo el semen generador y repartiendo por sus neuronas que sí originan ideas nuevas al mezclarse con las suyas propias. Un buen lector renace y crece con cada lectura. Por eso es tan importante, como en el alimento del cuerpo, leer de todo, no sea que nos queden carencias nutritivas y solo crezcamos en una única dirección sin la armonía que requiere un espíritu atlético.

A veces, un lector pasivo, necesita irrefrenablemente convertirse en escritor activo, descubriendo que el placer que proporciona la escritura es excepcional e intransferible.
El resultado, tanto si se trata de narrativa como de poesía, muchas veces no está a la altura de este placer, y puede resultar demasiado intimista o críptico o vulgar, porque el vomitador de ideas rompedoras no ha pensado lo suficiente en el receptor del mensaje que juega con unos códigos preestablecidos.

Todo autor se piensa que acaba de escribir su “Gatopardo” al colocar la fecha al final de su trabajo. Sobre todo cuando se trata de autores y autoras que, tras mucha experiencia tanto vital como lectora, encuentran su vocación en la edad tardía.
En España se escriben 30.000 “Gatopardos” cada año. Treinta mil personas se creen que acaban de firmar el libro del siglo.

Algunas veces, quienes tenemos el vicio de escribir no consultamos la opinión de personas ecuánimes por miedo a que nos digan lo pobre o equivocada de nuestra narrativa o de nuestra poesía.  Y publicamos con total impunidad.
En estos momentos me siento una de las treinta mil personas que sueñan con romper moldes literarios cada año. Mi libro “Crónica del destierro cantado” ya está en la imprenta y se comenzará a comercializar a finales de septiembre.
Tengo mucho miedo.
No es mi único libro como el caso de Lampedusa: guardo muchísimos en Internet, además de algunas obras de Teatro de Aula que publiqué en papel por los años 90, ya agotadas. No puedo decir que he entrado en la Literatura por la puerta de atrás, que es la Literatura Infantil, como asegura Elvira Lindo que le ocurrió a ella: yo he entrado por la gatera de la puerta de atrás, que es el Teatro Infantil. Humildísima entrada la mía. Tanto que no tengo conciencia de estar dentro.

Por eso, ésta, mi primera incursión por la narrativa de adultos, me produce pánico: no es lo mismo ser aceptada por niños, que son lectores vírgenes e insobornables, cuyo veredicto es inapelable, que hacerlo para adultos, muchas veces adulterados, condicionados literariamente, con sabio sentido crítico, pero también capaces de decirte que les firmes el libro a la vez que te están dando una puñalada trapera.
Solo me consuela que, lo mismo que Lampedusa, y salvando las distancias, he sido y soy una lectora voraz. Puede que me haya servido de algo.
El puntito de locura, que debe tener todo escritor, se da por supuesto.

Ya me he confesado.
Que Dios me acoja.


Kepe Zuri