viernes, 26 de febrero de 2010

Quimera vacuna

Yo, picada en carnicería
por infame máquina troceadora,
quise trascender a filete
galopando a lomos
de unicornio quimérico
deshamburguesado.

Mas MacDonald fue mi destino.
Planchada entre pan y pan,
enharinada, enketchupada,
enmostazada.

Yo, que creí pertenecer
a rancio abolengo de altivez bovina,
acabé embobinada en masa
cruel y despiadada.

Yo, que oriné en verdes praderas
estiercoladas por mis urgencias,
fui convertida en fastfood de tercera
para ejecutivos clonados
de chaqueta y corbata de saldo.

Yo, aspirante a brasa de asador,
candidata a entrecot de lujo,
presumible vianda de manteles
de alta alcurnia...

Yo, presta a ser trincada
por cubiertos de oro
y deglutida por finas lenguas
de alto copete
en templos de lujo culinario,
yo....fui digerida
por esófago adolescente
de faz espinillada.

Yo, cuitada copulada
por salsas indignas,
denostada, despreciadamente
montada por lechuga transgénica,
escapé a mi sueño de dignidad vacuna,
renuncié a mi arcadia
enastada en mugido celestial
para convertirme
en carne de cañón destinada
al campo de batalla
de la voracidad plebeya.

Yo.... presa de la depresión
de la pradera, yo...
sólo os deseo una indigestión
de mis entrañas desmigadas.
Cutres consumidores de burgers
plastificados.

Adiós, sueños de filete
y chuleta.

Alberto Corera

martes, 23 de febrero de 2010

Hammurabi ha roto su tablilla

Hammurabi ha roto su tablilla
viendo una carta de papiro egipcio;
pensando si será perder el juicio
trocar por hierbas a la dura arcilla.

El monje, que ha doblado la costilla
dándole al pergamino beneficio,
mira a la imprenta como bien ficticio
que ilustra al mundo con vulgar letrilla.

El club gutenberiano no es propicio
a esperar al Quijote en la pantalla;
se niega, cual un fraile, a lo moderno,
disfruta del papel como de un vicio;
y aunque la tinta sea una antigualla
leer un libro es un placer eterno.


Kepe

Bilbao, 31-1-2010

sábado, 6 de febrero de 2010

Poetas

Horacio pareció adivinar el fatum de los poetas cuando les denominó Genus irritabile vatum (La raza irritable de los poetas) Y Nietzsche no se privó de sentenciar que “los poetas mienten demasiado”, a pesar de lo cual, él mismo escribió más de una cincuentena de poemas en su corta vida, pero más notable es aún la consideración de algunos expertos en su filosofía, según la cual, la filosofía de Nietzsche es a la vez poesía, en especial, su obra Así habló Zaratustra.
Sirvan estas consideraciones de aviso para los navegantes (no necesariamente de Internet) que sientan curiosidad por adentrarse en el proceloso mar de la poesía.

Como toda creación cultural, la poesía va cambiando a lo largo del tiempo, pero una característica de ella parece resistirse con persistencia: la elevada estima de la que goza en el interior de su gremio parece ser proporcional al desprecio y desinterés con el que se la percibe desde fuera.Ya el público del s. XVII acudía a los patios de comedias con provisiones de diferentes tipos de verduras. Entonces, si el poema recitado no era de su agrado, daba rienda suelta a “la cólera del español sentado” arrojándoselas a los sufridos rapsodas, no contentos con abuchear, chillar y patalear.

Hoy, el lenguaje altamente tecnificado en todos los ámbitos (científico, jurídico, económico) no necesita de la cólera para afirmar su poder; le basta su imagen de poderosa eficacia para relegar al ámbito residual el lenguaje poético. Y así, aparece hoy la poesía como un arte histórico, como algo propio de iluminados, extravagantes, incluso ridículos.


Por contra, en el ámbito interno de los poetas se mantienen las más acaloradas y apasionadas disputas sobre cuál debe ser el lenguaje que más se acerque a la verdad poética.Ahí tenemos, para muestra un botón, dos tendencias actualmente en España. Por un lado están los “poetas de la experiencia” (Véase Confesiones poéticas de Luis García Montero) que reclaman el lenguaje de uso normal de la calle, para la poesía. Frente a ellos otro grupo (Véase El cuerpo de los símbolos de Antonio Gamoneda), considera que la poesía debe producir conocimiento en el momento mismo de ser escrita o leída, y que esto sólo es posible mediante la creación del lenguaje simbólico.

Probablemente ninguna de ambas tendencias ni de otras logre dar con la verdad poética, y no están los tiempos como para admitir sin rechistar que alguien se nos presente con la “Verdad Clara” en su mano. Pero que vivamos tiempos de escepticismo no significa que debamos conceder por completo la verdad a la Técnica, a la Ciencia, o al lenguaje en el que se fundamenta el poder político, o en el de marketing extendido por todo el mundo.

Más fiable parece el análisis crítico del lenguaje que han emprendido autores tan diversos como Nietzsche, Mauthner, Wittgenstein...Borges...Si en algo coinciden estos autores es en que en el fondo toda palabra es metáfora. Para Nietzsche “el lenguaje es un sistema arbitrario de designación de las cosas”. Y Borges se refiere al lenguaje como “un ordenamiento eficaz de la enigmática abundancia del mundo”.

Así es que entre las palabras y las cosas existe un espacio de libertad al que todos estamos invitados a entrar en busca de significados.Y tras decir esto me viene a la memoria la imagen del cartero de Neruda, en la obra de Antonio Skármeta: un cartero de pueblo que llevaba las cartas al poeta Neruda, en su estancia provisional y que comenzó a pensar en las metáforas y admirar lo maravillosas que resultaban cada vez que descubría una nueva.En cierto modo, un taller de poesía tiene ese frescor de los no iniciados, esa ilusión nueva en busca de metáforas, como el cartero de Neruda.Eso creo que sucede en el taller de poesía de la Asociación Escribe-lee que dirige, orienta y estimula Josu Montero.Cuando uno se toma en serio esta actividad, es decir, cuando uno decide jugar con el lenguaje, comienza a comprender que la actividad poética, además de ser una afición digna, es una participación, por modesta que pueda ser, en la búsqueda del significado de las cosas. Pues el modo en que manejamos nuestro lenguaje condiciona nuestro modo de percibir el mundo y de actuar en él.

Santos Pérez

Los Abducidos del Bolígrafo

Reloj luminoso
procesión del pollo
miga de pan.
Los abducidos del bolígrafo
caminan cual santa compaña
hasta el punto en que la luz
muere en el asfalto
y la decadencia industrial
inspira versos de chupito inexistente.

Reloj de pan
procesión de migas
pollo luminoso.

Los abducidos del bolígrafo
serpentean entre callejuelas de zarzamora
hasta el punto en que la luz
de las farolas
y las blancas paredes
inspiran relatos de chupito ardiente.

Miga de pollo
reloj de pan
procesión luminosa.

Los abducidos del bolígrafo
escriben la crónica de una noche peculiar
y se funden como la luz en la vorágine urbana.

Alberto Corera