miércoles, 13 de octubre de 2010

Crónicas estivales - Camino del Destierro del Cid día VII

Día 27, viernes.
Valdanzo- San Esteban de Gormaz, 21,5 Km.

Hoy, mi señor, hemos trocado los pinares por vegas de majuelos y trigales. Algún valle lleno de girasoles también. De vez en cuando la tropa ha disfrutado de ciruelas, algo agraces todavía, pero que se han metido en el morral sin remordimientos porque eran del Común. Lo del Común es como que fuera de los siervos talmente, sin mediar señor.

El paisaje ha cambiado también lo mismo que el viento, que hoy sopla. Qué alivio.

Gracias a las nubes que matizaban el sol pudimos errar por los caminos desde Valdanzo hasta Aldea de San Esteban, dejando a un lado Miño. Y digo bien lo de errar ya que seguimos con pésimas señalizaciones que, mucho me temo, los labradores ponen donde se les antoja cuando el tractor las levanta de su sitio.

Menos mal que el sherpa Mariano tiene muy buen olfato y dirigió la expedición con acierto. Yo tengo mis dudas acerca de que el camino que patea esta vuestra nueva mesnada reconstruida sea el mismo que recorristeis antaño. Sospecho que no andaríais con contemplaciones y huiríais a campo través arramplando con cuanto encontrarais por el camino. No os creo capaz de seguir tanto vericueto como hay hoy, que más bien parecen senderos de sembrados.

Así que pasamos de largo por Miño de San Esteban, sin detenernos, hasta llegar a Aldea de San Esteban donde nos esperaba el avituallamiento del almuerzo.

El almuerzo- ahora se llama bocata- nos lo transporta diariamente el amable Lucio, que hoy nos había preparado bocadillos de jamón con tomate.

¿Que no sabéis qué son los tomates? Os lo cuento en mejor ocasión, mío Cid, querido.

El bueno de Lucio, no solamente nos alimenta cuando podemos desfallecer, a media mañana, sino que nos trae la comida de una posada de Quintanar – a veces necesita ayuda- y lleva a su cargo toda la impedimenta de la expedición subiendo en la furgoneta las mochilas de los infantes. Los jinetes se lo organizan aparte.

Pues en Aldea nos encontramos a Lucio que esperaba con la maga María, que lo mismo saca de su faltriquera una variedad increíble de mejunjes y de pócimas para aplicar en los pies doloridos de los caminantes, que nos da un brebaje para aliviar la cagalera, dicho sea con perdón. Si no fuera por ella habríamos desertado más de la mitad y nos hubiéramos pasado al moro, que dicen que sabe mucho de medicina.

En Aldea todos han sido parabienes: son gente sana y generosa. Y están con vuestra merced, mi señor, diga lo que diga el Rey. Que, haciendo caso omiso del pregón, han sacado, para nuestro alivio y regocijo, unos cuantos porrones de vino de la tierra y cerveza. No contentos, nos han invitado a café.

El café es esa bebida caliente que os ofrecen los reyes moros cuando les visitáis y que ahora está al alcance de los siervos de la gleba.

Esta tarde la tropa está invitada a un paseo por la villa de San Esteban de Gozmaz, donde pernoctamos. Ayer ya visitamos una iglesia de vuestra época, de gran devoción por estos lugares. Mismamente iban a dar un concierto muy fino, como si de músicos de la corte se tratara. Y hoy tienen programado otro, al que acudiremos los desterrados más cultivados, que somos la mayoría.

Que no sabéis el nivel que tenemos: todos vuestros siervos del siglo XXI sabemos leer y escribir en romance . En latín, algunos.

¿Acaso sabíais vos mismo?

30-agosto 2010 PJ Blanco Rubio

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