domingo, 30 de septiembre de 2012

Taller de Crítica literaria Octubre 2012


ANA KARENINA


El título de esta obra de León Tolstoi parece indicar que toda ella gira alrededor de la protagonista, Ana Karenina, con una aventura de amor singular; sin embargo, la novela está formada por un cúmulo de historias entrelazadas, que, todas ellas, hubieran podido darle título.

Hay que tener en cuenta que el autor, perteneciente a la nobleza rusa del siglo XIX, escribía principalmente para una élite social. Él lo tiene muy en cuenta en la elección de sus principales personajes, todos nobles, y en la delicadeza de los textos, que iban a ser leídos principalmente por damas recatadas, a las que no se les podía alterar sus principios morales.

Sin embargo, y teniendo en cuanta estas circunstancias, Tolstoi es un avanzado liberal en muchos aspectos tales como su simpatía por la mujer independiente- caso de Valenska-, la preocupación por la creación de escuelas populares- se sorprende de que los nobles no les parezca necesaria la cultura de los campesinos-, la crítica hacia los nobles que dejan perder su patrimonio por mantener su estatus en la corte, etc. E, incluso, parece un comentarista actual cuando opina acerca de la relación trabajo- sueldo de los altos cargos. Todo esto, lo hace el escritor, sin perder su visión desde arriba, desde la élite social.

En Ana Karenina, se hace un repaso de una serie de circunstancias que rodean la vida de cualquier persona tales como el amor, los celos, la muerte, el nacimiento, los problemas económicos, y otras más específicas como las cacerías o la vida libertina entre teatros y francachelas de los nobles varones, que necesitaban acreditar su independencia de las esposas para sentir su superioridad.

Es un libro que se lee muy a gusto, pese a ser un clásico, o por serlo. Es interesante observar cómo el autor, describe los momentos más complicados de la historia, no como narrador objetivo sino a través de ojos interesados, como los de Kitty, cuando descubre el amor de Wronsky hacia Ana, en el momento en que ella esperaba su declaración y los de Levin, cuando describe el nacimiento de su hijo, incorporando los sentimiento que le inspira el parto de su esposa.

Dignas de tener en cuenta son las reflexiones de Karenin, el esposo de Ana, que, en contra de lo normal en su tiempo, se contiene reflexivamente ante el adulterio de ésta, no reta al rival, e incluso mantiene una serenidad poco propia de la época.

Ana es una mujer enloquecida de amor, capaz de abandonar su vida por seguir a su amante, pero que no es capaz de querer a la hija que tiene con él, posiblemente porque, a pesar de todo su coraje, pesa sobre ella la moral social que la rodea y la oprime. Este amor se convierte en patológico y se suicida no tanto para solucionar su problema cuanto para que sufra Wronsky.

Realmente, en el siglo XIX y escrito para mujeres lectoras de una alta sociedad muy conservadora – las demás eran analfabetas-, no cabía otra solución al amor transgresor de Ana que una muerte semejante. Había que dejar muy claro que quién la hace, la paga. No fuera a cundir el ejemplo.

La religión es una constante en la manera de pensar del toda la sociedad y Levin- quien parece llevar el espíritu crítico del autor- se plantea una serie de preguntas que se quedan sin respuesta.

A pesar de la extensión de la obra, al terminarla, se tiene la sensación de haber vivido en aquella Rusia del siglo XIX, aparentemente apática, y que dio origen en el siglo XX a una gran revolución social.

Petra-Jesús Blanco Rubio