sábado, 24 de abril de 2010

Un poema

Sucede que así
como salen entran
en este poema
palabras sin más
ni menos destino
que lo que está escrito
sin considerar
mi falta de ritmo
mi ausencia de voz
mi métrica aviesa
mi celo obsesivo
mi angustia vital
mi rima letal
mi ansia de hacer
encabalgamientos
mi ansia enfermiza
de anaforear
mi absurda afición
a hacer sinalefas
los versos medidos
y bien apañados
y cuadriculados
y milimetrados
y cambio de rumbo
y llama a mi puerta
un sencillo haiku
de cinco más siete
y cinco otra vez
que no compondré
pues rompe el poema
y decidí hacerlo
sólo por jugar
sin más pretensiones
que componer versos
y dar por zanjado
si voy o si vengo
si subo o si bajo
si escribo sin más
o rompo con todo
y vuelvo al principio
y cambio de estilo
y cambio de tercio
así como suena
así como sale
así como entra
al primer intento
sin puntos ni comas
sin darle más vueltas
a no ser que sea
para decidir
en este momento
o un poco más tarde
si sigo escribiendo
y acabo el poema
y punto final
o ya que me he puesto
continúo y entro
en divagaciones
de corte textual
poético lírico
épico cuántico
psíquico lógico
álgido ínfimo
mínimo máximo
átono esdrújulo
ósculo rómulo
sábado rábano
átomo álamo
zócalo dédalo
lésbico mágico
frígido sólido
cálido líquido
gélido ártico
único usual
jocoso enojoso
ocioso oneroso
real o virtual
y juego y desjuego
y tal como subo
me deslizo
                abajo
y una vez en tierra
acabo sin más
pues sólo faltaba

Alberto Corera

viernes, 23 de abril de 2010

¿Es científica la literatura?


Ya sé que, al menos a primera vista, la respuesta es no, puesto que la ciencia tiene procedimientos rigurosos de verificación experimental y emplea un lenguaje carente de ambigüedad. En cambio la literatura parece encontrar su encanto en la ficción que escapa al control experimental y en la ambigüedad sugerente de su lenguaje.

Pero si ambas disciplinas son estrategias que, sustituyendo a otras, el ser humano ha ido empleando para sobrevivir, si como dice Salvador Pániker: “Los antiguos griegos propusieron el conocimiento para sostenerse en pie en este mundo amenazante”, deberán tener en común más de lo que parece. Y la desavenencia parece desde luego evidente. Cuando en un debate alguien quiere desacreditar la opinión de su interlocutor no tiene más que decir: “eso que dices no tiene rigor científico” ó “vamos a dejarnos de literatura”. Y, mientras la ciencia se arroga su mayor cercanía a “La Verdad” por el rigor de sus procedimientos, a la literatura parece habérsele asignado el papel de entretener con sus creaciones de ficción al sufrido ser humano para que pueda evadirse de este mundo amenazante, o al menos pueda entretenerse mientras viaja en metro.

Pero no creo que la ciencia esté tan cerca de la verdad ni que la literatura sea sólo entretenimiento y evasión. Aquí me detendré en defender el valor rigurosamente científico de un tipo de literatura sin menoscabo de su calidad literaria, e invito a quien le interese a compartir esta investigación con sus observaciones, hallazgos propios o discusiones.

Para empezar, partiré de una referencia cuya calidad literaria es indiscutible. Me refiero a la obra Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes. Además de ser referentes universales tanto la obra como su autor, algunos estudiosos de la personalidad, desde una perspectiva científica, han estudiado los personajes Don Quijote y Sancho como modelos opuestos de dos tipos de caracteres. Los más famosos psicólogos como Jung, Sheldon, Kretschmer y otros, han encuadrado los comportamientos de estos personajes creados por Cervantes en sus respectivas teorías tipológicas. Y son tantas las coincidencias entre dichos autores, que demuestran que Cervantes no fue sólo un genial escritor, sino además un profundo conocedor del comportamiento humano.

Haciendo pie en esta tipología tan ampliamente aceptada quisiera yo dar el salto para afirmar que hay dos tipos de ficción. Una ficción evasiva, que sólo consigue entretener al lector mientras está leyendo el libro. En cuanto lo deja, personajes y trama desaparecen de su mente como desaparecen los genios de las lámparas maravillosas o los hologramas tras un corte de energía. En cambio hay otra ficción que tras la lectura te deja una especie de poso que persiste acompañando durante tiempo tu memoria. Y, sin tú apercibirte de ello, actúa como un espejo que ilumina algunos aspectos de tu personalidad o la de otros, que hasta ese momento te resultaban desconocidos.

Es difícil, por ejemplo, no sentirse seducido por las manías y peripecias del personaje Carvalho, creado por Vazquez Montalbán. Yo no puedo olvidar, aunque hace más de dos años que leí el libro, la ternura y el encanto de Nathan Glass en Brooklyn Follies de Paul Auster.
¿Es esto literatura científica? Contesto que sí, puesto que estos y otros muchos autores reproducen las condiciones de la metodología científica: crear una hipótesis y someterla a verificación experimental.

En efecto, con independencia de que sus tramas sean o no de ficción, crean hipótesis verosímiles sobre el comportamiento de sus personajes y las someten a una doble verificación. La primera se realiza en el momento de su creación. Pues tienen que observar si sus personajes funcionan o chirrían entre sí y con la trama en la que se desenvuelven. Estos grandes autores tienen mucho respeto al lector. Saben que por impactante que pudiera resultar no se pueden sacar de repente un asesino de la manga, ni terminar una novela con un Deus ex machina. La segunda se produce al publicar la obra, cuando ésta comienza a circular entre el tribunal de lectores.
Y, como es a lectores a quien me dirijo, supongo que cada cual tiene sus personajes, obras y autores favoritos y podrán corroborar o desmentir lo que digo.

Santos

domingo, 18 de abril de 2010

A Edurne Pasaban


Mucho me temo, Edurne,
que al Anapurna,
gracias a ti,
tendremos que llamarlo
el AnapURNE





Gladys 18-4-2010

Petición

A quien corresponda le pido, que me quite
la magia de perderme en unos ojos de añil
con escondrijos de luna.
Que se lleve el collar esotérico del arco iris
en el escote de las brujas;
que ya ha cesado la lluvia
y se han vestido de sol las calles mojadas.
Y el mar, también el mar,
con su vaso espumoso y el cosquilleo suave.

Que me quite el carcajeo del torbellino,
con el remolino alegre,
y esos amarillos de girasoles buscando
las sombras de mis dedos;
que se lleve el éxtasis de las poesías,
las palabras; que se las lleve todas,
como se las lleva el viento,
a fumaradas, con jadeos de primaveras.

Que me quite todo lo que quiera,
pero que me haga volar
hasta las copas más altas de los árboles.
Que me dé a cambio la arboleda y sus coronas,
las cúspides rocosas;
que quiero preguntarle al cielo endiosado;
en qué despacho se guardan los rezos tristes.

En qué magno rincón se archivan las lágrimas
por la niña sucia de los muñecos sucios;
en qué celestial ventanilla se atiende el olvido
cerrado y largo de los arrinconados;
y esa zarpa de sol blanco de las penas negras,
y tantas y tantas calamidades más.

A quien corresponda le digo nuevamente,
que pongo también a su disposición
mis guantes de fiesta y mi pañuelo de blondas;
pero que me dé las alturas de las cimas;
que quiero llamar a este cielo,
que se ha dado la vuelta y no nos mira.

Begoña Iribarren

sábado, 10 de abril de 2010

Deconstrucción de la poesía


Ay, Eva! Cómo has dado en el clavo con esa frase de “primero me salto las normas, y luego, como es poesía, vete a saber”.

Creo que éste es un punto que habría que aclarar y voy a hacerlo aunque me considero lega en avatares poéticos y no hay que tomar como dogma mis opiniones… Hablo, más bien, desde la teoría.

Voy a poner un ejemplo muy plástico.

Si hay alguien que fue capaz de “destrozar” la pintura en el siglo pasado y sacarle las entretelas, fue Pablo Picasso. Nadie hubiera osado contradecirle pese a que muchas veces era ininteligible. Sin embargo, muchos otros pintores, que, aparentemente hacían lo mismo, ni han pasado a la historia. ¿Por qué? Pues porque Picasso, a los 14 años, pintaba como Velázquez y fue premio nacional de pintura con una obra convencional.

Picasso, que sabía “construir” un cuadro se podía permitir el lujo de “deconstruirlo”. No podía haber llegado más lejos después del premio. Tenía que inventar otro tipo de pintura más filosófica, más metafísica, más abstracta.

Pero hubo mucha gente, que no sabía el por qué de esa pintura aparentemente absurda, se dedicó a dar pinceladas con el pie, que podían ser estéticamente bellas, pero a las que les faltaba mensaje ideológico.

Recuerdo una entrevista a Chillida- al que yo no entendía- en la que daba una lección magistral del espacio: entonces lo comprendí.

Tanto Chillida como Picasso fueron rompedores. Cambiaron la pintura y la escultura. Con la poesía y la música ha pasado lo mismo y se han revolucionado en el siglo XX, ya que todas las Artes coetáneas son aspectos de un mismo momento creativo de la Humanidad y tienen las mismas características.

Miguel Hernández, sin ir más lejos, es un poeta moderno, que versifica como quiere, con un bagaje gongorino alucinante. Tiene autoridad para “deconstruir“ la poesía porque sabe “construirla” como los dioses.

Hay mucho gato por liebre tanto en arte abstracto, como en poesía libre. En mi ignorancia, me cuido de no decir que un cuadro es “bueno” sino que “me gusta”. Porque una manifestación artística puede ser atractiva o interesante sin mayores pretensiones.

Cuando una persona descubre que es capaz de expresar un sentimiento por escrito, se suele creer poeta… y comienza a versificar.
En este caso suelen ocurrir dos variantes:

A: Que el vate neófito se ponga muy contento y comience a creerse que, como escribe expresiones nacidas en un momento creativo, ya es un artista y comience a colocar en columna cada frase que le sale del alma, llamando “poema” al conjunto de renglones cortos.

B: Que, consciente de este don que ha recibido de los cielos, se emborrache de lecturas que le acerquen a las técnicas poéticas, con intención de aprender. Suele ser el caso de la mayoría de los que aquí estamos.

No creo necesario ponerse a estudiar métrica y darle vueltas al arte mayor y al arte menor como si tuvieras que presentarte a un examen.

Soy una devota de la lectura. Estoy convencida de que se aprende leyendo aunque no sepas cómo se llama lo que leas. Hay que llenarse el cerebro de la música y las licencias poéticas, que luego van a salir sin darte cuenta.

Y hay que leer a los clásicos. Los clásicos son las andaderas en todas las Artes. Solamente, tras aprender a andar, se puede prescindir de ellas. So pena de romperte las narices.

No digo que para escribir verso libre haya que comenzar – aunque no está de más hacerlo- por utilizar décimas, redondillas o estrofas de pie quebrado. Pero hay que haberlas leído. Haber disfrutado con ellas y asumirlas.

Hay una teoría sociológica que dice que el desarrollo del individuo es paralelo al desarrollo de la especie. Si la sociedad a la que pertenecemos ha evolucionado poéticamente con diferentes estructuras a medida que ha ido avanzando, sería razonable que, cada uno de nosotros tuviéramos un proceso evolutivo poético semejante al que se estudia en Literatura.

¿Es interesante quemar etapas regladas y comenzar por la última, libre?

Parece que muchos poetas pretenden hacerlo así. Aunque nunca sabremos -¿o sí?- si lo que estamos leyendo es producto de una deconstrucción poética consciente, escrito por un artista harto de estructuras académicas o, simplemente, incapacidad para versificar mejor.

Como dije al principio, me considero principiante en el arte de escribir poemas. Hablo desde la lejanía de la teoría.

Hago lo que puedo y me suelto de las andaderas en cuanto tengo ocasión.

Ni oso considerarme poeta. Ya me gustaría.

A estas alturas de la vida, lo que quiero es jugar a serlo.

Pero me gusta hablar de ello. En prosa, que la controlo mejor.

Petra-Jesús

lunes, 5 de abril de 2010

Otra visión del proceso de creación poético

Es muy interesante lo que dices, Julio, acerca del proceso emocional en la creación poética, que “va más allá del proceso intelectual”. Todas las personas que hayan sentido la inspiración se han de ver reflejadas en lo que escribes. Hasta tal punto me identifico, que añado a tu exposición, que el poeta ni siquiera es responsable del tipo de poema que le va a salir: cada uno de ellos le pide una longitud de verso y una música distinta.

Pero una cosa es el momento de enajenación poética, que suele ser fugaz- y hay que saber aprovechar porque no vuelve-, y otra la elaboración de un poema.

Es muy posible que, si la Musa te arropa, encuentres en ese breve tiempo imágenes literarias que ni tú mismo hubieras imaginado que serías capaz de construir. Y que te emociones al descubrirlas.

Pero todo Arte tiene su Ciencia. Y un poema, si se escribe para ser leído por personas diferentes al autor, requiere enviar el mensaje con fluidez y precisión.

Hay que dejar reposar la poesía recién parida y esperar a que, escapada la Musa, entre en juego la técnica poética.

Pienso que, cuando se es verdaderamente poeta, cuando se está creando Literatura, es cuando se corrige, se alteran palabras, se buscan sinónimos porque hemos repetido algo varias veces… y lo más doloroso: cuando nos damos cuenta , con terror, de que ese verso tan maravilloso, que nos había salido del alma, está de más en este contexto.

Hay que leer en voz alta nuestra obra y escuchar el sonido de las palabras para utilizar la que mejor suena. A veces hemos usado una palabra llana y percibimos que lo que hace falta es otra aguda o más larga o más críptica o más simple o más rompedora.., o nos percatamos de que necesitamos un verso nuevo para redondear la idea.

A veces tenemos que suprimir preposiciones, puntuar, alterar, cambiar el orden de los versos y su longitud… y comprobar que lo que estamos escribiendo es poesía, no prosa poética puesta en fila.

Poetas reconocidos me han comentado que pueden estar un mes dándole vueltas a un poema, antes de darlo por terminado.

Sospecho que tú no necesitas este comentario, pero le puede venir bien a algunas personas que se conforman con los versos que han vomitado en un momento de lucidez creadora.

Te puedo asegurar que yo descubro los errores, justamente cuando el poema ya ha salido de mis manos… y no veas lo que me fastidia.

¡Ah!… y archivo esos versos, resulta de la poda crítica, por si los necesito otra vez con menos inspiración.

MÁGICA LÍRICA

Supones que la lírica
tiene que ser dramática.

Y escurres en los versos


tu inquietud y tu angustia,
recelos, ambiciones,
olvidos, frustraciones,
duda y dolor.

Es lírica y sublime
la dulzura del beso,
la caricia del niño,
la mirada del viejo,
la luz de la mañana,
la paz del monasterio,
el calor de la madre,
la risa del encuentro,
la pasión de la noche
que se canta en los versos.


Tal vez parezca trágica
la cesta de la compra,
la receta del médico,
el cierre de la fábrica;
hasta el plazo del préstamo
que te quitan la calma.

Pero
si desde lejos miras
y lo envuelves
con celofán de palabras,
transmitiéndole al otro
la emoción del evento,
la verdad de la causa,
el fuego del momento.

Si eres capaz de eso:

la rueda de la vida
deja de ser tan trágica
y se convierte en épica
que es lírica
al ser mágica.

Petra-Jesús Bilbao 1-3-2010

domingo, 4 de abril de 2010

Proceso de creación poético


Esto es un intento de explicar algo que si no se tiene una experiencia similar muy difícil va a ser entendido: mi propio proceso de creación poético.

El proceso creativo poético que manejo pasa por varios estados hasta producir la obra. Al principio me sumo en un estado que le podríamos llamar de densidad con referencia a un tema que recurrente en mis pensamientos. No aparece por sí mismo, lo determina un evento consumado y su contenido no puede dejar de asaltarme. La duración suele ser tres días, aunque no tiene por qué ser ese el tiempo; otras veces es sin más y apenas unos minutos. Lo habitual es que se torne doloroso e incisivo, es como si el pensamiento se polarizara, compartimentara y discriminara hasta la saciedad el hecho en concreto. La velocidad de la cabeza se va acelerando hasta entrar en un estado de ánimo eufórico. En esos momentos y no sé por qué, el estado cambia otra vez, la lucidez me invade como si hubiera destellos y las reflexiones dejan de ser recurrentes. Todo mi cuerpo se baña en una sensación agradable. Esto dura poco, la propia lucidez me lleva a escribir. En ese momento se vomitan sin esfuerzo alguno, las palabras. Estas parecen brotar sin sentido, sin pretensión, surgen de un espacio de mí que desconozco. En apariencia no tienen que ver con mis pensamientos. Si las tuviera que ubicar se podría decir en mí interior. Si no las escribiera se olvidarían con facilidad. Esta acción de inspiración no conlleva intención alguna porque a primera vista no tienen sentido. Después, al detenerme sobre ellas y leerlas veo que son comprensión en sí mismas y proponen una resolución al conflicto del primer estado, al que llamo “ansioso”. Repito, las palabras han sido escupidas, sin intención, sin sentido y además sin ningún esfuerzo y con esto quiero decir que esta acción tiene vida propia y no depende en exclusivo de mí. Como si hubiera algún sitio dentro de mí en el cual el conocimiento reside y otorga comprensión y una forma o herramienta puede ser la poesía. La producción poética conlleva ciertas obligaciones y una de ellas es la de extraer el componente volitivo o de voluntad del propio proceso creativo.

Podríamos referirnos a este hecho como una herramienta para adquirir conocimiento, que de alguna manera está por encima y es superior a la propia poesía. Adquirir con ello el entendimiento que va más allá del proceso intelectual; como por ejemplo rasgar en el misterio del amor, siendo la poesía un camino para vislumbrarlo. Así, podemos denominar o incluir la poesía en una corriente de conocimiento más allá del proceso intelectual, siendo la expresión creativa del nacimiento poético como un acto que provoca comprensión a realidades que van más allá de la propia experiencia común o frecuente de las personas.

La mente funciona con el mecanismo del seccionamiento de la información para después almacenarla y con posterior representación o confrontación con los eventos que se conocen. Fraccionar, almacenar y comparar lo conocido con lo que se conoce es la forma cognitiva de llegar a la comprensión. Pero a esta forma de conocer de la mente se le escapan muchas realidades como el amor, la compasión y el propio conocimiento (con mayúsculas). Verdades que no se conocen fragmentando la realidad sino mezclándote y perdiéndote en ella, todo lo contrario que hace la mente. La Poesía ayuda a este menester haciéndonos sucumbir ante lo inexplicable, unificando el saber con las palabras, las emociones, los pensamientos en una misma cosa.


LUZ

tú que esperas                    

tú que brillas                        LUZ

que manas calor                   sola ahí estas   

    en las esferas                   esperando oír

                                           una palabra de amor

LUZ                                     te quiero

das sentido a las horas

das sentido a cada día          LUZ

 en la nostalgia                     me recuerdas a mí 

 recobras mi vida                 en el tiempo           

                                           en un momento

LUZ                                    en la vida

de las faralaes                     en la cúspide

de la fina lluvia                   en el declive

que gotea

que suena                             Aunque luz te llames

y balbucea                            no te importe

nostalgia y limo                    antes ya brillabas

amor y llanto                        antes que nombre

                                            eres siempre luz


LUZ                         

de la calle

de los lugares/sin luz

aspiras y espesas/pensares


Julio Carrizo

jueves, 1 de abril de 2010

El Lyceum Club de Madrid

El Lyceum fue un club de mujeres cuyos fines fueron, entre otros, programar actividades culturales, organizar charlas literarias y la reivindicación de que las mujeres tuvieran más participación social y política.

En 1925 Carmen Baroja y su cuñada, Carmen Monné, viajaron a Londres y se hospedaron en el Lyceum Club que se había fundado hacía unos veinte años. A su regreso tuvieron la idea, que ya tenían de antiguo, de formar un club femenino.

Al volver a España, organizaron el club con una estructura parecida de los de Londres y, en la casa de las siete chimeneas, arrancaron los encuentros de mujeres. Estas mujeres eran cultas, algunas de ellas universitarias. No querían quedarse arrinconadas en la casa, deseaban participar en la vida política en iguales condiciones que los hombres. Sabían que, en ocasiones, los tendrían enfrente, ya que socialmente no estaba ni bien visto y, apenas admitido, que las féminas hicieran otro trabajo que no fuera el doméstico. Algunos de los hombres de la República reconocieron que el Club había reunido a mujeres que tenían una cultura, un valor y una ética moral y de trabajo superiores a cualquier otra entidad en la capital. Hubo que salvar obstáculos y, se pusieron a ello.

Este grupo femenino, además de ser inteligentes, acertaron a unir las valías individuales dándole un potencial al colectivo que, en raras ocasiones sucede.
Formaron una entidad con tal calado, que los derechos que, estaban convencidas, debían disfrutar, como el ser candidatas elegibles y, tener derecho al voto, lograron que saliera a la luz pública, se debatiera y, alcanzar lo que se proponían. Ambas cosas lo consiguieron.

En 1933 ganó la derecha de Gil Robles, no salió elegida ninguna mujer y, esta batalla se eclipsó. Hubo guerra y la cruel posguerra.

Carmen Martin Gaite, escritora que vivió los años de la dictadura, reivindicó al grupo de mujeres que fundó el Lyceum por la semilla que dejaron. Con este recuerdo y conocimiento de sus antepasadas deseaba rendirles un homenaje y dar impulso a la reclamación de todo tipo de derechos que en esa época se negaban de manera tajante.

María de Maeztu, Maria Goyri, Carmen Baroja, María Lejárraga, Victoria Kent, Ernestina de Champourci, Clara Campoamor, Carmen Conde, entre otras, formaron este plantel tan importante. Sus destinos estuvieron unidos a los convulsos años que les tocó vivir, las puertas de los derechos individuales y de la libertad se cerraron y, para la reclamación de la igualdad de las mujeres, todavía más.

Marijo Biurrun

Nací al alba

Nací al alba, cuando cierran los ojos las estrellas;
y nací como todos, con un llanto asustado,
que hoy dedico por tantas despedidas.
Vine un día y aquí estoy;
si no estuviera, no escribiría versos,
ni pintaría nubes con cejas de carbón.

Cuando abrí la vida
se escapó la luna con su lazo de plata
buscando otras noches.
Ese día madrugaron en mi casa;
y es que yo, nací al alba,
y vi romper al día las faldas de las sombras
y apagar la luz de las farolas.

Me contaron que era colorada y hermosa
como la manzana de un cuento,
y tuve también mis brujas y mis ogros
al fondo de mis miedos.

Mi niñez tuvo un aroma de azoteas,
de ropa húmeda, geranios,
y humo de fogata;
un perfume de barrio valiente y pobre.
Así que yo también tengo,
un perfume de barrio valiente y pobre,
cuando salen los perfumes
a ambientar las calles,
envueltos en una riada de colores.

Fui a la escuela, a leer en los libros,
a escribir en pizarras, a escuchar al maestro;
y paso el tiempo llevándose la infancia;
y aprendí entonces muchas cosas;
a leer en los ojos,
a escribir con las yemas de los dedos
y a escuchar los latidos de mi corazón.

Nació un día así el amor de madrugada,
cuando cierran los ojos las estrellas,
y nació como todos, con un llanto asustado,
que hoy dedico por tantas despedidas.


Begoña Iribarren