ADÁN Y EVA, un relato mágico lleno de poesía
Título: El infinito en la palma de la mano
Autora: Gioconda Belli
Edición: Seix Barral, 2008
Premio Biblioteca Breve de 2008
Crítica de Eduardo Medina
Gioconda Belli desvela en una nota al comienzo del libro que: sin ser religiosa, la lectura, en varios libros arcaicos, de la historia de Adán y Eva y sus hijos, le movió a imaginar cómo pudo ser la historia de esos primeros seres humanos. Ésta es pues una ficción basada en las muchas ficciones, interpretaciones y reinterpretaciones, que alrededor de nuestro origen ha tejido la humanidad desde tiempos inmemoriales.
De este relato destacaría, en primer lugar, la sencillez y el verismo al describir las enormes dificultades que enfrentaron aquellos primeros seres para vivir, después de ser expulsados del Paraíso; sin saber a qué atenerse en su relación con Dios, el tener que matar a otros seres para sobrevivir, la pérdida de la inocencia, la lucha entre el bien y el mal que anida en nosotros… Lo que hoy sabemos de la condición humana y sus pasiones le permite a la autora recapacitar sobre los conflictos que debieron afrontar aquellos seres para sobrevivir, y en su relación mutua. Un libro que, además de entretener, hace pensar en las enormes dificultades que encierra la vida; las de entonces y las de siempre.
La historia de Adán y Eva narrada en el Génesis, asumida por las religiones monoteístas para explicar la Creación, el pecado original y la expulsión del Paraíso, la relación del ser humano con su Creador, y la salvación; desautorizada por los descubrimientos de la Paleontología y la teoría evolutiva de las especies, hace tremendamente arduo el desafío de escribir un libro sobre los orígenes de la humanidad.
Neguri, 3 de abril de 2011
Crítica de Petra Jesús Blanco
Encontrarse con un libro de tema conocido y poderse recrear en la belleza del lenguaje sencillo y poético, a la par que profundo, no deja de ser un lujo. Y una sorpresa además, encontrarse con una interpretación del mito principal de nuestra cultura escrito al margen de la religión judía.
En ésta, Dios, un Dios todopoderoso y justiciero, coloca en el Paraíso a una pareja de humanos, Adán y Eva, a los que hubiera dejado disfrutar del jardín eternamente al precio de no comer la fruta prohibida. La serpiente de la Biblia, enemiga de Dios y del humano, utiliza la seducción para que Adán y Eva coman y sean expulsados del Paraíso.
Gioconda Belli, en su libro “El infinito en la palma de la mano” da una visión en la que no aparece el pecado con la negrura religiosa; es más: ni siquiera aparece la transgresión como pecado. Dios crea a la primera pareja no solamente
sabiendo que comerían sino esperando que lo hicieran porque en ello conseguirían su plenitud humana, mucho más enriquecedora fuera del Paraíso que en la armonía sin emociones que les esperaba dentro.
La primera novedad nos la presenta la autora al narrar la creación de Eva, extrayendo del interior de Adán “la criatura íntima que hasta entonces habitara su interior”, olvidando la vulgaridad bíblica de la costilla y considerando a la mujer como un todo igual al del varón. Un todo mucho más sutil que Adán, incapaz éste de sentir la necesidad del conocimiento, que a él no le hacía falta, satisfecho como estaba con la hermosa realidad que le rodeaba ,y sin tener curiosidad por averiguar sus razones.
Adán es un tipo razonable y cumplidor de la ley por lo que prefiere que sea Eva la que se responsabilice de saltársela, aunque la secunde, un paso por detrás siempre, en todas sus iniciativas. Eva es la que parlamenta con la serpiente, que aquí no es el demonio sino un embajador de Elokim, o el mismo Elokim, que está deseando conceder a los humanos la libertad de escoger que va pareja con el conocimiento. No quería Dios ser el exclusivo creador del ser humano; necesitaba que él mismo se involucrara en su evolución, que fuera, en parte hacedor y responsable de su propio destino. Podía fácilmente haber creado a Adán y Eva fuera del Paraíso; en este caso hubieran carecido de su referencia y no hubieren sentido la necesidad de reconquistarlo. En Esta obra, ni a Adán ni a Eva les preocupa demasiado su propia muerte ni el trabajo,- la gran maldición-, ni siquiera el dolor, porque descubren que su vida y la de sus descendientes tiene una razón de ser: generar la Historia de la Humanidad que deriva en la búsqueda del Paraíso perdido donde se encuentra la Sabiduría.
Mientras que la Biblia hace hincapié en la gravedad del pecado de Eva, a la que castiga con el dolor físico y la sumisión al varón; lo mismo que confiere un carácter pecaminoso al cuerpo, que descubren como consecuencia de la desobediencia, Gioconda Belli, penetra en la belleza espiritual del sexo y la búsqueda del otro como complemento de cada uno, con suma delicadeza y belleza literaria.
No podían faltar la aparición del amor y los celos por una mujer, que fueron- y no los celos divinos precisamente-, los que originaron la muerte de Abel, no premeditada como en el Génesis, si bien igualmente trágica. No es la envidia ruin sino el amor la causa de la primera muerte, lo que hace más próximos el Bien y el Mal, muchas veces ambas caras de la misma moneda.
Se convierte este libro en un canto a la especie humana, a su lucha por el conocimiento, por la posibilidad de elegir entre los principios y la necesidad, tan bien expresado en la escena en la que se plantea la posibilidad de matar para sobrevivir: ”Si comer esta fruta nos ha traído este castigo, ¿qué crees que sucederá si matamos para comer?’”. Como buen mito, la historia de Gioconda Belli, es ingenua e incluye en poco tiempo acontecimientos que en la teoría evolucionista se consiguieron tras milenios como el vestido, el fuego, la agricultura, la cerámica, la pintura e incluso el sentido de paternidad, o el rechazo al incesto, que tuvo que ser necesario dadas las circunstancias.
Esta nueva versión del Génesis está llena de esperanza y no de maldición: la Humanidad es responsable de su historia tanto a nivel global, evolucionando hacia la consecución del Paraíso como a nivel particular, obligándonos a luchar por la felicidad, que viene a ser lo mismo.
Petra-Jesús Blanco Bilbao 2-4-2011
Crítica de Petra Jesús Blanco
Encontrarse con un libro de tema conocido y poderse recrear en la belleza del lenguaje sencillo y poético, a la par que profundo, no deja de ser un lujo. Y una sorpresa además, encontrarse con una interpretación del mito principal de nuestra cultura escrito al margen de la religión judía.
En ésta, Dios, un Dios todopoderoso y justiciero, coloca en el Paraíso a una pareja de humanos, Adán y Eva, a los que hubiera dejado disfrutar del jardín eternamente al precio de no comer la fruta prohibida. La serpiente de la Biblia, enemiga de Dios y del humano, utiliza la seducción para que Adán y Eva coman y sean expulsados del Paraíso.
Gioconda Belli, en su libro “El infinito en la palma de la mano” da una visión en la que no aparece el pecado con la negrura religiosa; es más: ni siquiera aparece la transgresión como pecado. Dios crea a la primera pareja no solamente
sabiendo que comerían sino esperando que lo hicieran porque en ello conseguirían su plenitud humana, mucho más enriquecedora fuera del Paraíso que en la armonía sin emociones que les esperaba dentro.
La primera novedad nos la presenta la autora al narrar la creación de Eva, extrayendo del interior de Adán “la criatura íntima que hasta entonces habitara su interior”, olvidando la vulgaridad bíblica de la costilla y considerando a la mujer como un todo igual al del varón. Un todo mucho más sutil que Adán, incapaz éste de sentir la necesidad del conocimiento, que a él no le hacía falta, satisfecho como estaba con la hermosa realidad que le rodeaba ,y sin tener curiosidad por averiguar sus razones.
Adán es un tipo razonable y cumplidor de la ley por lo que prefiere que sea Eva la que se responsabilice de saltársela, aunque la secunde, un paso por detrás siempre, en todas sus iniciativas. Eva es la que parlamenta con la serpiente, que aquí no es el demonio sino un embajador de Elokim, o el mismo Elokim, que está deseando conceder a los humanos la libertad de escoger que va pareja con el conocimiento. No quería Dios ser el exclusivo creador del ser humano; necesitaba que él mismo se involucrara en su evolución, que fuera, en parte hacedor y responsable de su propio destino. Podía fácilmente haber creado a Adán y Eva fuera del Paraíso; en este caso hubieran carecido de su referencia y no hubieren sentido la necesidad de reconquistarlo. En Esta obra, ni a Adán ni a Eva les preocupa demasiado su propia muerte ni el trabajo,- la gran maldición-, ni siquiera el dolor, porque descubren que su vida y la de sus descendientes tiene una razón de ser: generar la Historia de la Humanidad que deriva en la búsqueda del Paraíso perdido donde se encuentra la Sabiduría.
Mientras que la Biblia hace hincapié en la gravedad del pecado de Eva, a la que castiga con el dolor físico y la sumisión al varón; lo mismo que confiere un carácter pecaminoso al cuerpo, que descubren como consecuencia de la desobediencia, Gioconda Belli, penetra en la belleza espiritual del sexo y la búsqueda del otro como complemento de cada uno, con suma delicadeza y belleza literaria.
No podían faltar la aparición del amor y los celos por una mujer, que fueron- y no los celos divinos precisamente-, los que originaron la muerte de Abel, no premeditada como en el Génesis, si bien igualmente trágica. No es la envidia ruin sino el amor la causa de la primera muerte, lo que hace más próximos el Bien y el Mal, muchas veces ambas caras de la misma moneda.
Se convierte este libro en un canto a la especie humana, a su lucha por el conocimiento, por la posibilidad de elegir entre los principios y la necesidad, tan bien expresado en la escena en la que se plantea la posibilidad de matar para sobrevivir: ”Si comer esta fruta nos ha traído este castigo, ¿qué crees que sucederá si matamos para comer?’”. Como buen mito, la historia de Gioconda Belli, es ingenua e incluye en poco tiempo acontecimientos que en la teoría evolucionista se consiguieron tras milenios como el vestido, el fuego, la agricultura, la cerámica, la pintura e incluso el sentido de paternidad, o el rechazo al incesto, que tuvo que ser necesario dadas las circunstancias.
Esta nueva versión del Génesis está llena de esperanza y no de maldición: la Humanidad es responsable de su historia tanto a nivel global, evolucionando hacia la consecución del Paraíso como a nivel particular, obligándonos a luchar por la felicidad, que viene a ser lo mismo.
Petra-Jesús Blanco Bilbao 2-4-2011
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