Esto es un intento de explicar algo que si no se tiene una experiencia similar muy difícil va a ser entendido: mi propio proceso de creación poético.
El proceso creativo poético que manejo pasa por varios estados hasta producir la obra. Al principio me sumo en un estado que le podríamos llamar de densidad con referencia a un tema que recurrente en mis pensamientos. No aparece por sí mismo, lo determina un evento consumado y su contenido no puede dejar de asaltarme. La duración suele ser tres días, aunque no tiene por qué ser ese el tiempo; otras veces es sin más y apenas unos minutos. Lo habitual es que se torne doloroso e incisivo, es como si el pensamiento se polarizara, compartimentara y discriminara hasta la saciedad el hecho en concreto. La velocidad de la cabeza se va acelerando hasta entrar en un estado de ánimo eufórico. En esos momentos y no sé por qué, el estado cambia otra vez, la lucidez me invade como si hubiera destellos y las reflexiones dejan de ser recurrentes. Todo mi cuerpo se baña en una sensación agradable. Esto dura poco, la propia lucidez me lleva a escribir. En ese momento se vomitan sin esfuerzo alguno, las palabras. Estas parecen brotar sin sentido, sin pretensión, surgen de un espacio de mí que desconozco. En apariencia no tienen que ver con mis pensamientos. Si las tuviera que ubicar se podría decir en mí interior. Si no las escribiera se olvidarían con facilidad. Esta acción de inspiración no conlleva intención alguna porque a primera vista no tienen sentido. Después, al detenerme sobre ellas y leerlas veo que son comprensión en sí mismas y proponen una resolución al conflicto del primer estado, al que llamo “ansioso”. Repito, las palabras han sido escupidas, sin intención, sin sentido y además sin ningún esfuerzo y con esto quiero decir que esta acción tiene vida propia y no depende en exclusivo de mí. Como si hubiera algún sitio dentro de mí en el cual el conocimiento reside y otorga comprensión y una forma o herramienta puede ser la poesía. La producción poética conlleva ciertas obligaciones y una de ellas es la de extraer el componente volitivo o de voluntad del propio proceso creativo.
Podríamos referirnos a este hecho como una herramienta para adquirir conocimiento, que de alguna manera está por encima y es superior a la propia poesía. Adquirir con ello el entendimiento que va más allá del proceso intelectual; como por ejemplo rasgar en el misterio del amor, siendo la poesía un camino para vislumbrarlo. Así, podemos denominar o incluir la poesía en una corriente de conocimiento más allá del proceso intelectual, siendo la expresión creativa del nacimiento poético como un acto que provoca comprensión a realidades que van más allá de la propia experiencia común o frecuente de las personas.
La mente funciona con el mecanismo del seccionamiento de la información para después almacenarla y con posterior representación o confrontación con los eventos que se conocen. Fraccionar, almacenar y comparar lo conocido con lo que se conoce es la forma cognitiva de llegar a la comprensión. Pero a esta forma de conocer de la mente se le escapan muchas realidades como el amor, la compasión y el propio conocimiento (con mayúsculas). Verdades que no se conocen fragmentando la realidad sino mezclándote y perdiéndote en ella, todo lo contrario que hace la mente. La Poesía ayuda a este menester haciéndonos sucumbir ante lo inexplicable, unificando el saber con las palabras, las emociones, los pensamientos en una misma cosa.
LUZ
tú que esperas
tú que brillas LUZ
que manas calor sola ahí estas
en las esferas esperando oír
una palabra de amor
LUZ te quiero
das sentido a las horas
das sentido a cada día LUZ
en la nostalgia me recuerdas a mí
recobras mi vida en el tiempo
en un momento
LUZ en la vida
de las faralaes en la cúspide
de la fina lluvia en el declive
que gotea
que suena Aunque luz te llames
y balbucea no te importe
nostalgia y limo antes ya brillabas
amor y llanto antes que nombre
eres siempre luz
LUZ
de la calle
de los lugares/sin luz
aspiras y espesas/pensares
Julio Carrizo
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