“LA METAMORFOSIS” Franz Kafka
Aunque en un primer tiempo, el adjetivo “kafkiano” perteneciera
exclusivamente al ambiente intelectual, hoy es del dominio público en la tercera
acepción del DRAE, como “dicho de una situación absurda y angustiosa”.
Así que una, le iba dando largas a leer cualquier libro de Franz Kafka
(Praga, 1883- Kierlig, Austria, 1924), hasta que, armada de valor y dispuesta a
tragarme un rollo metafísico, leí por primera vez hace un par de años “La
metamorfosis”, publicada en 1915.
Cual no sería mi sorpresa, al descubrir una lectura amena, irónica, sutil,
original, con connotaciones del surrealismo y el existencialismo- de los que
dicen que es precursor, lo mismo que de la “filosofía de la angustia” de
Kierkegaard- que me iba enganchando sin darme cuenta.
Naturalmente, comprendí que se trataba de una parábola, escrita por un
narrador omnisciente, que nos cuenta la historia desde el punto de vista de
Gregor, de una manera lineal, partiendo del momento en que el protagonista, de
unos 23 años, viajante de comercio, se despierta convertido en un enorme
insecto, con todas sus características, como el cambio en sus hábitos
alimenticios y la pérdida de la palabra, por lo que se le corta la comunicación
con el resto del mundo.
El espacio se reduce a su habitación, lo que hace al lector experimentar
la angustia de la clausura que siente Gregor, al que la familia encierra, no
tanto por miedo cuanto por la vergüenza de tener un hijo convertido en un bicho
monstruoso.
A medida que avanzas en la lectura, cuando van apareciendo por el cuarto
los diferentes personajes que constituían su entorno, retratados minuciosa y
magistralmente, el lector se va percatado de que lo que ha ocurrido es que se ha
materializado una situación que el muchacho iba arrastrando desde hacía tiempo:
él ya se sentía vil insecto pisoteado por su padre, agobiado por la familia, a
la que mantenía, ignorado en la empresa que organizaba su vida a golpe de
reloj.
Entonces vas descubriendo la intemporalidad del tema, que hoy está en plena
vigencia. ¿Cuánta gente no se siente dentro de los élitros de un escarabajo, que
comprimen su espíritu y le impide salir al exterior?
Porque, aunque Kafka, no tiene interés en aclarar de qué insecto se trata,
sí le dota de un caparazón quitinoso y rígido, que le oprime como una
coraza.
¿Qué lector no se ha identificado con Gregor en algunos momentos
sublimes, como cuando quiere esconder su cuadro preferido para que no se lo
lleven, o se le olvida su aspecto para salir de la habitación en la que está
recluído y escuchar a Gretel tocando el violín?
Los personajes secundarios, van configurando la historia con sus
actuaciones. El más amable es su hermana Gretel, una adolescente que intenta
alimentarle y arreglarle la habitación pero evoluciona negativamente, hasta el
punto de que, cuando es escuchada por los tres inquilinos, que alaban su
virtuosismo, es la que pide la desaparición de Gregor; tal vez para que su
deformidad no altere su carrera musical.
La madre parece un personaje de opereta, a la que le da un patatús cada vez que se tiene que enfrentar a un problema, convirtiéndose ella en protagonista del momento y desviando la situación originaria en colateral. No suelen actuar así las madres normales, a no ser que estén atemorizadas por un marido dictador e intransigente y éste sea el último recurso para hacerse notar.
El padre, un verdadero parásito, que vivía del trabajo del hijo, le
increpa, le ofende y le hiere. Y conociendo un poco la historia del autor,
enseguida se llega a la conclusión de que late en la obra mucho trauma
freudiano. El gerente es otra manifestación del padre con el que Franz trabajó
en su tienda y de donde se marchó porque no se entendían.
Así que, en cuanto terminé de leer “La Metamorfosis”, me fui corriendo a
devorar la “Carta al padre”, para descubrir las claves de la parábola, que me
habrían pasado desapercibidas.
El la “Carta al padre”, Franz le pasa la cuenta al suyo, atribuyendo a la
prepotencia de éste, de las frustraciones y complejos que han amargado su vida
desde la infancia. Aunque se reconoce un niño enfermizo y rarito, con una
sensibilidad extraordinaria, y capaz de fabular mucho más allá de lo
acostumbrado.
Hermann Kafka, el padre, formaba parte de la élite germanoparlante de los
judíos de Praga, pero le puso a sus hijos nombres alemanes, con el fin de
integrarse en la comunidad gentil, situación que distorsionaba al niño Franz,
que, por una parte admiraba al padre por su atracción arrolladora y por otra le
temía por los desprecios que de él recibía y por la dicotomía entre sus
creencias y sus actos.Todo ello contribuyó a potenciar la judeidad de Franz, que
se introdujo en el estudio de la cábala.
Hay muchas alegorías relacionadas con la cábala en “La metamorfosis”, tales como la profusión del número tres: tres partes en la obra, tres inquilinos, tres puertas, tres habitaciones, tres criadas…hasta tres metamorfosis experimentadas por lo personajes a lo largo de la obra. Como obra mítica, “La metamorfosis” tiene infinidad de interpretaciones: desde el egoísmo humano, la no aceptación del diferente -principalmente al artista-, hasta implicaciones cósmicas entendiendo en conflicto padre-hijo como la lucha entre Dios y la humanidad; o marxistas, enfatizando la interrelación casa-oficina causante de la alienación que origina el sistema económico imperante. Toda la obra de Kafka está impregnada de mensajes filosóficos, judaicos o cabalísticos.
Su búsqueda es la que seduce a los lectores.
A mí me ha seducido.
Bilbao, 25-1-2014
PJ Blanco Rubio
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