sábado, 25 de enero de 2014

Taller de Crítica literaria Febrero 2014




“LA METAMORFOSIS” Franz Kafka


 Aunque en un primer tiempo, el adjetivo “kafkiano” perteneciera exclusivamente al ambiente intelectual, hoy es del dominio público en la tercera acepción del DRAE, como “dicho de una situación absurda y angustiosa”.

 Así que una, le iba dando largas a leer cualquier libro de Franz Kafka (Praga, 1883- Kierlig, Austria, 1924), hasta que, armada de valor y dispuesta a tragarme un rollo metafísico,  leí por primera vez hace un par de años “La metamorfosis”, publicada en 1915.

Cual no sería mi sorpresa, al descubrir una lectura amena, irónica, sutil, original, con connotaciones del surrealismo y el existencialismo- de los que dicen que es precursor, lo mismo que de la “filosofía de la angustia” de Kierkegaard- que me iba enganchando sin darme cuenta. 
Naturalmente, comprendí que se trataba de una parábola, escrita por un narrador omnisciente, que nos cuenta la historia desde el punto de vista de Gregor, de una manera lineal, partiendo del momento en que el protagonista, de unos 23 años, viajante de comercio, se despierta convertido en un enorme insecto, con todas sus características, como el cambio en sus hábitos alimenticios y la pérdida de la palabra, por lo que se le corta la comunicación con el resto del mundo.
El espacio se reduce a su habitación, lo que hace al lector experimentar  la angustia de la clausura que siente Gregor, al que la familia encierra, no tanto por miedo cuanto por la vergüenza de tener un hijo convertido en un bicho monstruoso.

 A medida que avanzas en la lectura, cuando van apareciendo por el cuarto los diferentes personajes que constituían su entorno, retratados minuciosa y magistralmente, el lector se va percatado de que lo que ha ocurrido es que se ha materializado una situación que el muchacho iba arrastrando desde hacía tiempo: él ya se sentía vil insecto pisoteado por su padre, agobiado por la familia, a la que mantenía, ignorado en la empresa que organizaba su vida a golpe de reloj.

Entonces vas descubriendo la intemporalidad del tema, que hoy está en plena vigencia. ¿Cuánta gente no se siente dentro de los élitros de un escarabajo, que comprimen su espíritu y le impide salir al exterior? 
Porque, aunque Kafka, no tiene interés en aclarar de qué insecto se trata, sí le dota de un caparazón quitinoso y rígido, que le oprime como una coraza.

¿Qué lector no se ha identificado con  Gregor en algunos momentos sublimes, como cuando quiere esconder su cuadro preferido para que no se lo lleven, o se le olvida su aspecto para salir de la habitación en la que está recluído y escuchar a Gretel tocando el violín?

Los personajes secundarios, van configurando la historia con sus actuaciones. El más amable es su hermana Gretel, una adolescente que intenta alimentarle y arreglarle la habitación pero evoluciona negativamente, hasta el punto de que, cuando es escuchada por los tres inquilinos, que alaban su virtuosismo, es la que pide la desaparición de Gregor; tal vez para que su deformidad no altere su carrera musical.

La madre parece un personaje de opereta, a la que le da un patatús cada vez que se tiene que enfrentar a un problema, convirtiéndose ella en protagonista del momento y desviando  la situación originaria en colateral. No suelen actuar  así las madres normales, a no ser que estén atemorizadas por un marido dictador e intransigente y éste sea el último recurso para hacerse notar.
El padre, un verdadero parásito, que vivía del trabajo del hijo, le increpa, le ofende y le hiere. Y conociendo un poco la historia del autor, enseguida se llega a la conclusión de que late en la obra mucho trauma  freudiano. El gerente es otra manifestación del padre con el que Franz trabajó en su tienda y de donde se marchó porque no se entendían.

Así que, en cuanto terminé de leer “La Metamorfosis”, me fui corriendo a devorar la “Carta al padre”, para descubrir las claves de la parábola, que me habrían pasado desapercibidas.
El la “Carta al padre”, Franz le pasa la cuenta al suyo, atribuyendo a la  prepotencia  de éste, de las frustraciones y complejos que han amargado su vida desde la infancia. Aunque se reconoce un niño enfermizo y rarito, con una sensibilidad extraordinaria, y capaz de fabular mucho más allá de lo acostumbrado.

 Hermann Kafka, el padre, formaba parte de la élite germanoparlante de los judíos de Praga, pero le puso a sus hijos nombres alemanes, con el fin de integrarse en la comunidad gentil, situación que distorsionaba al niño Franz, que, por una parte admiraba al padre por su atracción arrolladora y por otra le temía por los desprecios que de él recibía y por la dicotomía entre sus creencias y sus actos.Todo ello contribuyó a potenciar la judeidad de Franz, que se introdujo en el estudio de la cábala.

Hay muchas alegorías relacionadas con  la cábala en “La metamorfosis”, tales como la profusión del número tres: tres partes en la obra, tres inquilinos, tres puertas, tres habitaciones, tres criadas…hasta tres metamorfosis experimentadas por lo personajes a lo largo de la obra.

Como obra mítica, “La metamorfosis” tiene infinidad de interpretaciones: desde el egoísmo humano, la no aceptación del diferente -principalmente al artista-, hasta implicaciones cósmicas entendiendo en conflicto padre-hijo como la lucha entre Dios y la humanidad; o marxistas, enfatizando la interrelación casa-oficina causante de la alienación que origina el sistema económico imperante.

Toda la obra de Kafka está impregnada de mensajes filosóficos, judaicos o cabalísticos.
Su búsqueda es la que seduce a los lectores.
A mí me ha seducido. 

Bilbao, 25-1-2014
PJ Blanco Rubio

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