miércoles, 1 de enero de 2014

Taller de Crítica literaria Enero 2014


FRANKENSTEIN O EL MODERNO PROMETEO Mary Shelley, 1816

La imagen que el cine nos ha presentado del Monstruo del Dr. Frankenstein está tan arraigada en nuestra iconografía contemporánea que es imposible evadirse de ella durante la lectura de la novela, “Frankenstein o el moderno Prometeo”, con un protagonista antihéroe, origen de la literatura de terror gótico, y pulula traidoramente por nuestro cerebro, incapaz de imaginárselo de otra manera.

Mary Shelley (Londres, 1797-1851) concibió su personaje a los 18 años, tras una apuesta entre escritores, y no creo que hoy hubiera pasado el ingreso en la literatura de Ciencia Ficción.
Hay mucha literatura y mucha ficción en Frankenstein, pero muy poca ciencia. Lo cual no le impide haber encontrado un filón interesantísimo, en una época en la que la Ciencia comenzaba una carrera desenfrenada, precisamente en la línea que ella trazó.

¿Pero quién es esta Mary, nacida en los albores de la Inglaterra victoriana, capaz de crear un Monstruo, con personalidad tal como para acaparar el nombre de su creador, Frankenstein, y ser objeto de estudios sociológicos, religiosos y filosóficos?

Mary Godwin, había nacido de un matrimonio extraño entre el filósofo político Willian Godwin con la filósofa feminista, Mary Wollstonecraft, que aportaba una hija de soltera y era autora de una obra titulada “Vindicación de los derechos de la Mujer”.

Aunque Mary perdió a su madre, recién nacida, la lectura de su obra y el ambiente liberal, que se respiraba en la familia, la convirtió en una muchacha culta, independiente y romántica, capaz de mantener una relación sentimental a los 17 años, y escaparse con un poeta casado, Percy Shelley, de quien tomó el apellido, y que falleció en un naufragio en 1822, tras haber contraído matrimonio con Mary, para superar la terrible presión social que los acosaba.

Mary, joven viuda con un hijo, siguió escribiendo, principalmente artículos vanguardistas, biografías, novelas y ensayos para sobrevivir, aprovechando sus viajes para hacer comentarios políticos. Ya no estaba su Percy para que le corrigiera las faltas como le hizo con Frankenstein, y fue madurando literariamente.
A él, a su amado Shelley, le dedicó el resto de su vida promocionando su obra poética sin abandonar la lucha política por la justicia y la igualdad entre libro y libro.

Mary escribe “Frankenstein o el moderno Prometeo”, dentro de la corriente literaria de la época: el romanticismo, dado a las inmersiones en lo tenebroso, con descripciones minuciosas de paisajes, que hoy se nos hacen demasiado didácticas; con introspecciones en las almas de los personajes principales: el Doctor y su Monstruo -solitarios, atormentados, obsesivos-, que acercan al lector a los problemas personales de todos ellos, haciéndose preguntas continuamente acerca de múltiples situaciones.

Sin embargo, el nivel científico de la autora era bastante limitado: habla mucho de que el Doctor utiliza sus instrumentos, los guarda y va con ellos a todas partes pero jamás nombra ninguno. No sabemos cómo conseguía los cadáveres que configuraron el Monstruo, y, considerando que entonces no había congeladores, desde que encontraba el cerebro hasta que daba con el riñón, se le tenía que haber estropeado el primero. Menos mal que aquel rayo oportuno le puso en marcha el negocio, porque con los pocos kilovatios que debía de haber entonces en la red eléctrica doméstica, no lo hubiera conseguido.
¿Y por qué lo fabricó tan feo? ¿No le hubiera costado lo mismo buscarse un rostro agradable? ¿O es que se le fue estropeando con el tiempo?

Querría hacerlo más terrorífico físicamente en contraposición con su alma pura, al estilo de Rousseau, que se fue deteriorando al contacto con la civilización.

Todos estos fallos, que vemos en el siglo XXI, y no se contemplaron entonces, se los vamos a perdonar, porque no estamos juzgando una tesis doctoral sino una novela.

Novela moralizante en la que ata sus cabos en temas trascendentes, tales como la ambición humana, la clonación, la pena de muerte, el odio, la venganza, la cobardía, la importancia de las nuevas tecnologías en el devenir de la Humanidad, etc.

La solución de alguno de ellos, chirría en esta época, como la ejecución de la pobre Justine, a la que condenan sin pruebas. El incidente está narrado por una señorita de la buena sociedad muy sensible a los dolores ajenos y a la honorabilidad de su amiga, sin ningún rigor jurídico. Aquí no aparecen coartadas ni investigaciones policiales: solo hay pena cristiana - aunque la autora se considerara atea- ante la injusticia, lo que no impidió que ejecutaran a la inocente.

No deja de ser curiosa la diferencia entre la vida y la idea progresistas de la autora y la sociedad conservadora que representa, que en algunos casos llega a la ñoñez : la familia idílica del Doctor, sus amores infantiloides con la prima Elizabeth, las amistades excelentes y fieles, que pesaban inconscientemente sobre Mary aunque su imaginación desbordante quisiera escaparse de ese mundo encorsetado.

Parece que esta dicotomía existía realmente en Mary Shelley, que tuvo serios problemas en su madurez cuando la quisieron chantajear a cuenta de varias cartas a diferentes amantes escritas por ella y su esposo- ambos creían en el amor libre-, pero que no eran bien vistas en su círculo social.

Sacándole punta literaria, que no filosófica, pienso que, dentro de su progritud feminista, Mary era bastante cursi y relamida, al menos a la edad en la que escribió esta su primera novela larga, que por su originalidad y profundidad, es la que la ha situado en el ranking de los autores atemporales.

El mismo tratamiento epistolar de la obra, comenzando y terminando por unas cartas a su hermana del explorador polar, emulando a Scott, rezuman un estilo narrativo, melodramático, hoy superado. Ello no impide que Frankenstein sea un clásico que aun tiene mucho futuro.Y mucha vida independiente de la que le concedió su autora.

Pero el estilo narrativo de la novela, desde el punto de vista literario, no deja de situarla como una obra decimonónica con sabor añejo.

Al menos eso me parece a mí.

Bilbao, 30, 12, 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario