Rojo al agua funde dos textos diferentes que se van interrelacionando:
“La secreta vida amorosa de Ofelia” de Steven Berkoff y un texto original de Josu Montero que narra los últimos meses de vida de Virginia Woolf. Ofelia, el personaje de Shakespeare. Virginia Woolf, la escritora inglesa.
La primera escribe para mantener a flote su amor con Hamlet. La segunda escribe por instinto natural para no hundirse. A través de sus cartas nos llega parte de su historia, su pasión por la vida y también su impotencia ante un mundo que acaba por arrinconarlas. Dicen que ambas decidieron morir ahogadas en el río. Tal vez, como las líneas paralelas, sus vidas sólo se cruzaron en el infinito, ¿o no?
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Durante toda la obra se suceden cambios en el agua del escenario que van reflejando el recorrido emocional de las protagonistas. El agua es vida la esencia de la psique y el flujo de energía vital. En el inicio de la obra todo está en calma, el paisaje denota serenidad, la paz de la mente. Pero también es un agua helada. Es el frío del invierno en contraste con el fuego interior latente en el corazón de Ofelia y Virginia Woolf. La invasión del mundo exterior en el corazón de ellas irá fundiendo ese hielo mientras entran en un abismo sin retorno. Caminar sobre el agua sugiere un intento de autocontrol para no dejarse arrastrar por las emociones y que exploten en las manos. También es un símbolo de la fe en uno mismo. Todo esto lo intentan ambas sin éxito. El agua corriendo que se escucha durante la obra denota momentos de meditación, reflexión de pensamientos y emociones. Al final del recorrido llegamos a un agua barrosa, sucia, que indica que los pensamientos están nublados, anunciando el final trágico, Ofelia y Virginia Woolf, sumergidas en un agua fangosa totalmente abrumadas por las emociones, superadas por ellas.
Caricato, Bilbao 19/02/2012
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