domingo, 27 de abril de 2014

Taller de Crítica literaria Mayo 2014


Jane Austen escritora inglesa nace en la Rectoría de Steven ton, en Hampshire el 16 de diciembre de 1775, y muere en el College Street Winchester, el 18  de julio de 1817.

De entre su obra literaria la novela Orgullo y prejuicio, me ha acercado a la Inglaterra de principios del siglo 19 y he podido comprobar la máxima tan conocida entre los lugareños de esa época (Las mujeres que no son ricas, tienen que casarse bien) entendiendo esto como unirse en matrimonio con un hombre rico, cualquier individuo con unos ingresos constantes y holgados, puede ser un candidato aceptable, es secundario si el aspirante no es bien parecido, ni inteligente o más aburrido que una sopa.

En un mercado de éste calibre, la mercancía son las mujeres solteras sin rentas, y esto lo entendía muy bien la señora Bennet, madre de cinco hijas faltas de fortuna, y a quienes estaba dispuesta a “colocar” sea como fuese, no le haría remilgos ni al primo más insufrible de la comarca, la pobre señora, tiene la cabeza de  un chorlito, todo aquello que no le encaje en estas maniobras o en su forma de manejar la vida, le produce una gran incomodidad, traducida ésta, en una imaginaria enfermedad nerviosa con ataques psicóticos incluidos; no hay peor ciego que el que no quiere ver, y nuestra señora Benet ante el menor contratiempo se metía en la cama pasando al señor Bennet (gracias a Dios) toda la responsabilidad.

Jane Austen en su obra, trata de arquetipos universales que se asientan en los valores y en la conducta moral de los seres humanos siempre en lucha entre la verdad y la falsedad, es un combate silencioso e irónico, donde quedan reflejadas las diferencias que existen entre la apariencia de las cosas, y los medios a través de los cuales se puede percibir la verdadera realidad.

Orgullo y prejuicio tiene las características de ser una obra nunca ajena al gusto de cualquier moda, una obra inmortal escrita en inglés por la primera de las grandes mujeres escritoras, lo que hace de su autora un tanto revolucionaria. Una obra que nos entretiene con un suspenso en el argumento, construido de manera perfecta a través de un dialogo ágil y brillante, que ataca los vicios sociales más clásicos, tales como el egoísmo, la arrogancia, la avaricia, el materialismo, la hipocresía, el esnobismo etc.

Jane Austen relaciona sus novelas en general con la educación, ésta y las imprudencias de sus heroínas se vislumbran con sus virtudes y defectos en sus obras.

Su forma platónica de entender la educación, hace que el alma de sus personajes salga de la mera apariencia, a ser lo que son en realidad; dar a conocer a sus personajes toma una gran importancia, Austen piensa que libertad y educación van juntos, y que  la libertad es el control de nuestras pasiones y de nuestros impulsos egoístas, al mismo tiempo que clarifica nuestra visión de las cosas, Austen desea romper el contexto que nos rodea y ganar libertad humana adquiriendo educación y conocimiento; por ello estudia el interior de sus personajes y los dramatiza, descubriendo que es el Amor lo que hace a los hombres Libres.

Escribe sobre la familia y su mundo, el hogar los padres y los hijos, las relaciones entre personas, es decir lo que Unamuno llamó La Intrahistoria, un material de trabajo que llena con serias preocupaciones morales, y estudios de la naturaleza humana.

En Orgullo y prejuicio nos muestra un ritual social basado en fiestas, bailes, cenas y visitas, que ayuda a conocer el contexto de la obra.
La sociedad la presenta como una serie de comunidades rurales, gobernadas de forma paternalista desde la mansión principal, y por un miembro de la aristocracia, que debe su autoridad al dominio sobre la tierra.

Cada comunidad incluye un mundo de clases que, normalmente parecen independientes pero éstas deben relacionarse y entrecruzar actividades, juegos, viajes comunes, días de caza etc. Esto les permite conocer las necesidades de los otros, son relaciones verticales desde lo más alto a lo más bajo de la sociedad, y horizontales entre miembros de la misma clase social; tal entramado produce un sistema de costumbres que apoyan la convivencia, y que da lugar a una relación o situación  en sociedad a otra u otras, de tal manera que podría decirse que es un ritual de iniciación designado para comprobar el valor de una persona, y diríamos aprobar el examen.

Concretamente en Orgullo y prejuicio se da una estructura tripartita, en cada una de las tres estructuras hay un ritual social diferente, que crea una aproximación y un rechazo entre Darcy y Elizabeth; después Elizabeth va hacia dos mundos distintos como son Roasings y el de Pembenley, y en tercer lugar aparece el matrimonio (Wickham y Lidia, Jane y Blingley, y Darcy con Elizabeth) en esta última relación se ha pasado por la aproximación, el rechazo y la unión, en una simbología ritual que une la forma con la visión del mundo.

Jane Austen utiliza un estilo de palabras adecuadas en sitios idóneos, con una ironía fina, rechazando la elaboración innecesaria de la oración retórica; en Orgullo y prejuicio su estilo es más bien teatral y epigramático, asemejándose al espíritu de la comedia, en cualquier situación nunca deja de escoger palabras sin escollos que eliminar, domina el diálogo con una gran intuición que le lleva a rechazar el  manierismo que se produce en la conversación, y a recoger de manera viva, la forma y comportamiento de la gente cuando se encuentra en compañía, impulsándoles caracteres para que éstos, no permanezcan estáticos a través de un lenguaje con el que nos hablan con una clara armonía creativa.

Dialogo y narración se intercalan una y otra vez, en un estilo lleno de relaciones entre los personajes y sus circunstancias; Utiliza la yuxtaposición irónica, lo burlesco y la complejidad ordenada en los caracteres, la conexión entre continuidad y variación de los diálogos , semejantes a una obra de teatro que hace al lector acercarse a los personajes desde una cierta perspectiva, utilizando una prosa madura con un novedoso léxico.

Nos describe unas formas de tratamiento más formales que las de hoy en día, los esposos se tratan entre sí como señor y señora, los niños a los padres como Sir o Madam y los hermanos, primos etc. por el grado de parentesco.

A sus personajes les concede un estudio de las categorías de la razón, como el juicio la sensibilidad, en sentido común etc. Una confirmación   irónica de la relevancia social, concepciones heroicas fantásticas o románticas de la vida.

Orgullo y prejuicio nos revela una cultura cuyas instituciones están basadas en intereses materialistas que determinan el comportamiento individual familiar y social.

Una combinación de sátira poética y novela sentimental, ingenio e ironía se dan la mano en toda la obra, detrás de todo ello, se vislumbra el verdadero valor del dinero, que subordina la dignidad de la persona y el amor.

Y su falso valor al dramatizar su máxima importancia en las vidas de Ladi Catherine, la señorita Bennet  y Charlotte lucas.

Estructura = En tres actos

Ritual =  Se centra en los lugares donde la acción se resuelve en un espacio y tiempo concreto en la razón y estudio social de los protagonistas, sus relaciones y un propósito el MATRIMONIO como un ritual necesario en la sociedad.

El narrador emplea tonos satíricos

Consta de 61 capítulos

Elizabeth representa el Prejuicio
Darcy  representa el Orgullo
Wickman un villano

El Prejuicio es una opinión sin juicio, o un examen que implica una hostilidad de aspecto negativo enemigo de la lucidez

El Orgullo es una pasión que  mantiene en la obscuridad y  gobierna al que lo practica alejándolo de toda posibilidad de clarividencia .

Orgullo y prejuicio se encuentra entre las coordenadas del siglo 18 y el 19, obra profundamente naturalista, desde un enfoque racionalista que moraliza.


Carmen Andrés 

martes, 18 de marzo de 2014

Madame Bovary - Gustave Flaubert (1857)


Madame Bovary - Gustave Flaubert 1857

Conocí a Madame Bovary en mi juventud, a raíz de su publicación en España, desconociendo que tanto el editor como el traductor habían sido sancionados por pornográficos; y aunque la devoré la historia con placer,  no me sedujo, dada la vida licenciosa de la protagonista, y la moral estricta que yo proclamaba en aquellos años.

Y eso que teníamos muchas cosas en común: ambas éramos lectoras compulsivas y transgresoras de la norma. Yo misma  la estaba leyendo consciente de que se trataba de una novela incluida en el Índice, lo que la convertía en un aliciente morboso.

Seguramente, dados mi parámetros morales  de los años 60, yo hubiera participado en el jurado que atacó a Fleubert en el siglo XIX por inmoral.  Hoy he perdonado a la adúltera. Qué palabra tan fuerte: ¡adúltera!

Emma no es más que una mujer tan simple como apasionada, capaz de fabricarse una idea del amor absoluto y recíproco, en un mundo que solamente existía en su imaginación. Una protagonista romántica, con la cabeza llena de fantasías, que flota dentro de una novela escrita  con visión naturalista y momentos de realismo antológicos.

Parece que Flaubert nunca llegó a pronuncial la frase que se le atribuye: “Madame Bovary soy yo” , pero el drama de la Bovary es el drama del autor, a caballo entre dos corrientes literarias: el romanticismo en declive y el realismo  pragmático  y crítico con la situación social, que tan crudamente describe con toda minuciosidad en su novela.

El genio de Gustave Flaubert (Ruán 1821-1880), que escribió esta obra maestra basada en un hecho real, es capaz de convertir una historia de adulterio convencional, no solamente  en un profundo análisis de la humanidad  sino en un ejercicio minucioso de literatura exquisita, cuidando el más mínimo detalle de cada página, lo que le llevó cinco años de apasionamiento creativo.

Han pasado mucho tiempo desde que la sociedad puritana se escandalizara por la entrega incondicional de Emma a otros hombres en los que quería encontrar la emoción que no le proporcionaba su esposo. Necesitaba la aventura secreta y traicionera para darle chispa a su infidelidad. Ahí estaba la gracia del vicio que ella consideraba propio de grandes damas aristócratas.

Y no le fue dificil: ¿A qué Rodolphe, vividor si los hay, no se le exalta el ego para colocarse en trance cuando la chica más fina del lugar, vestida a la moda palaciega, le dice que su marido no la satisface y que él solamente puede saciar su ansia? Lo mismo le ocurrirá a León, que tampoco se puede resistir al juego erótico que Emma requiere.

Pero la apasionada, que no consiguió convertir en amor su relación conyugal, terminaba por convertir en conyugales sus relaciones furtivas, y sus idealizados  amantes reaccionaban ante su entrega con la misma vulgaridad con que lo hubiera hecho el mediocre  médico que tenía por esposo.

Es tanto el deseo de amar y ser amada, que esta infelicidad, generada por su propio inconformismo y la ceguera ante la realidad, que esta situación ha dado lugar a una enfermedad sicológica conocida como bovarismo.

Pero madame Bovary no muere por amor, como Ana Karenina, por ejemplo: muere por miedo a enfrentarse a la cruda penuria  en que ha convertido sus delirios.

Este plus de estupidez, que tanto preocupaba al autor, al dolerle que la nación que había enseñado al mundo el lema de “Libertad, igualdad, fraternidad”, podía convertirse en la más superficial y egoísta, coloca a la señora Bovary en una clamorosa actualidad: su necesidad de vivir por encima de sus posibilidades y su inconsciencia ante la evidencia de su situación social por mor de lecturas frívolas, que constituían los programas del corazón de la época.

Emma no es una lectora intelectual, con ánimo de aprender y superarse, sino el prototipo de mujer insegura, devoradora de folletines por entregas, gastadora en exceso para suplir sus carencias pueblerinas comprando las novedades al uso, capaz de endeudarse y perder toda su fortuna hasta llegar al embargo y a la desesperación.
Parece que el consumismo estaba comenzando a proliferar y Flaubert da un toque de atención ante este problema naciente en la pequeña burguesía de provincias, y que estamos comprobando en nuestras propias carnes hasta dónde ha llegado en el siglo XXI.

Escrita la novela por un narrador omnisciente- excepto el primer capítulo, cuando Charles ingresa en el colegio, que aparece en primera persona-, está salpicada de multitud de personajes secundarios, encajados como en un puzle perfecto, en una visión panorámica  de la sociedad local, entre los que destacan  el farmacéutico Homais, ansioso de ascender a la clase política; aunque ninguno tan patético como el comerciante usurero Lhereux que es capaz de enseñarle con una mano el pagaré firmado, que está a punto de vencer, mientras le muestra, con la otra,  una tela nueva, para que Emma compre y siga atrapada más y más en sus redes especulativas.

Flaubert, satirizó en esta novela a muchos estamentos sociales a través de sus representados, como el  trepador farmacéutico, los médicos prepotentes -los  doctores Canivet y Larivière-, y el abate Bournisien, que organiza el sepelio con toda la parafernalia pero que no ayudó  a Emma cuando ella se lo estaba suplicando.

El escritor, que pasaba por racionalista desapasionado, que despreciaba la trivialización social de la vida que había ahogado el romanticismo para caer en brazos del capitalismo, ama a su protagonista a pesar de sus miserias. Hay mucha ternura en la dramática muerte de Emma, tanto en sus sufrimientos físicos y morales como en los de Charles Bovary, que no ha tenido capacidad para ver la realidad; con esa esposa coquetuela y frívola, que alegraba su vulgar mundo profesional cambiando las cortinas de vez en cuando y en cuya alma no necesita entrar porque él ya es feliz, y eso le basta.

Pese a que la obra “Madame Bovary” es representativa de la estupidez reinante en la segunda mitad del siglo XIX, Flaubert, que amaba “la belleza por la belleza” es incapaz de condenar a su heroína. Ni siquiera la juzga. Deja que lo haga el lector, que tiene que debatirse entre esta fusión de realismo y romanticismo.

 PJ Blanco Rubio Bilbao, 18-3-2014