miércoles, 21 de mayo de 2014
jueves, 1 de mayo de 2014
domingo, 27 de abril de 2014
Taller de Crítica literaria Mayo 2014
Jane Austen escritora
inglesa nace en la Rectoría de Steven ton, en Hampshire el 16 de diciembre de
1775, y muere en el College Street Winchester, el 18 de julio de 1817.
De entre su obra
literaria la novela Orgullo y prejuicio, me ha acercado a la Inglaterra de
principios del siglo 19 y he podido comprobar la máxima tan conocida entre los
lugareños de esa época (Las mujeres que no son ricas, tienen que casarse bien)
entendiendo esto como unirse en matrimonio con un hombre rico, cualquier
individuo con unos ingresos constantes y holgados, puede ser un candidato
aceptable, es secundario si el aspirante no es bien parecido, ni inteligente o
más aburrido que una sopa.
En un mercado de éste
calibre, la mercancía son las mujeres solteras sin rentas, y esto lo entendía
muy bien la señora Bennet, madre de cinco hijas faltas de fortuna, y a quienes
estaba dispuesta a “colocar” sea como fuese, no le haría remilgos ni al primo
más insufrible de la comarca, la pobre señora, tiene la cabeza de un chorlito, todo aquello que no le encaje en
estas maniobras o en su forma de manejar la vida, le produce una gran
incomodidad, traducida ésta, en una imaginaria enfermedad nerviosa con ataques
psicóticos incluidos; no hay peor ciego que el que no quiere ver, y nuestra señora
Benet ante el menor contratiempo se metía en la cama pasando al señor Bennet (gracias a Dios) toda la responsabilidad.
Jane Austen en su obra,
trata de arquetipos universales que se asientan en los valores y en la conducta
moral de los seres humanos siempre en lucha entre la verdad y la falsedad, es
un combate silencioso e irónico, donde quedan reflejadas las diferencias que
existen entre la apariencia de las cosas, y los medios a través de los cuales
se puede percibir la verdadera realidad.
Orgullo y prejuicio
tiene las características de ser una obra nunca ajena al gusto de cualquier
moda, una obra inmortal escrita en inglés por la primera de las grandes mujeres
escritoras, lo que hace de su autora un tanto revolucionaria. Una obra que nos
entretiene con un suspenso en el argumento, construido de manera perfecta a
través de un dialogo ágil y brillante, que ataca los vicios sociales más
clásicos, tales como el egoísmo, la arrogancia, la avaricia, el materialismo,
la hipocresía, el esnobismo etc.
Jane Austen relaciona
sus novelas en general con la educación, ésta y las imprudencias de sus
heroínas se vislumbran con sus virtudes y defectos en sus obras.
Su forma platónica de entender la educación, hace que el alma de sus personajes salga de la mera apariencia, a ser lo que son en realidad; dar a conocer a sus personajes toma una gran importancia, Austen piensa que libertad y educación van juntos, y que la libertad es el control de nuestras pasiones y de nuestros impulsos egoístas, al mismo tiempo que clarifica nuestra visión de las cosas, Austen desea romper el contexto que nos rodea y ganar libertad humana adquiriendo educación y conocimiento; por ello estudia el interior de sus personajes y los dramatiza, descubriendo que es el Amor lo que hace a los hombres Libres.
Escribe sobre la familia y su mundo, el hogar los padres y los hijos, las relaciones entre personas, es decir lo que Unamuno llamó La Intrahistoria, un material de trabajo que llena con serias preocupaciones morales, y estudios de la naturaleza humana.
En Orgullo y prejuicio
nos muestra un ritual social basado en fiestas, bailes, cenas y visitas, que
ayuda a conocer el contexto de la obra.
La sociedad la presenta
como una serie de comunidades rurales, gobernadas de forma paternalista desde
la mansión principal, y por un miembro de la aristocracia, que debe su
autoridad al dominio sobre la tierra.
Cada comunidad incluye
un mundo de clases que, normalmente parecen independientes pero éstas deben
relacionarse y entrecruzar actividades, juegos, viajes comunes, días de caza
etc. Esto les permite conocer las necesidades de los otros, son relaciones
verticales desde lo más alto a lo más bajo de la sociedad, y horizontales entre
miembros de la misma clase social; tal entramado produce un sistema de
costumbres que apoyan la convivencia, y que da lugar a una relación o
situación en sociedad a otra u otras, de
tal manera que podría decirse que es un ritual de iniciación designado para
comprobar el valor de una persona, y diríamos aprobar el examen.
Concretamente en
Orgullo y prejuicio se da una estructura tripartita, en cada una de las tres
estructuras hay un ritual social diferente, que crea una aproximación y un
rechazo entre Darcy y Elizabeth; después Elizabeth va hacia dos mundos
distintos como son Roasings y el de Pembenley, y en tercer lugar aparece el
matrimonio (Wickham y Lidia, Jane y Blingley, y Darcy con Elizabeth) en esta
última relación se ha pasado por la aproximación, el rechazo y la unión, en una
simbología ritual que une la forma con la visión del mundo.
Jane Austen utiliza un
estilo de palabras adecuadas en sitios idóneos, con una ironía fina, rechazando
la elaboración innecesaria de la oración retórica; en Orgullo y prejuicio su
estilo es más bien teatral y epigramático, asemejándose al espíritu de la
comedia, en cualquier situación nunca deja de escoger palabras sin escollos que
eliminar, domina el diálogo con una gran intuición que le lleva a rechazar
el manierismo que se produce en la
conversación, y a recoger de manera viva, la forma y comportamiento de la gente
cuando se encuentra en compañía, impulsándoles caracteres para que éstos, no
permanezcan estáticos a través de un lenguaje con el que nos hablan con una
clara armonía creativa.
Dialogo y narración se
intercalan una y otra vez, en un estilo lleno de relaciones entre los
personajes y sus circunstancias; Utiliza la yuxtaposición irónica, lo burlesco
y la complejidad ordenada en los caracteres, la conexión entre continuidad y
variación de los diálogos , semejantes a una obra de teatro que hace al lector
acercarse a los personajes desde una cierta perspectiva, utilizando una prosa
madura con un novedoso léxico.
Nos describe unas
formas de tratamiento más formales que las de hoy en día, los esposos se tratan
entre sí como señor y señora, los niños a los padres como Sir o Madam y los
hermanos, primos etc. por el grado de parentesco.
A sus personajes les
concede un estudio de las categorías de la razón, como el juicio la
sensibilidad, en sentido común etc. Una confirmación irónica de la relevancia social,
concepciones heroicas fantásticas o románticas de la vida.
Orgullo y prejuicio nos
revela una cultura cuyas instituciones están basadas en intereses materialistas
que determinan el comportamiento individual familiar y social.
Una combinación de
sátira poética y novela sentimental, ingenio e ironía se dan la mano en toda la
obra, detrás de todo ello, se vislumbra el verdadero valor del dinero, que
subordina la dignidad de la persona y el amor.
Y su falso valor al
dramatizar su máxima importancia en las vidas de Ladi Catherine, la señorita
Bennet y Charlotte lucas.
Estructura = En tres
actos
Ritual = Se centra en los lugares donde la acción se
resuelve en un espacio y tiempo concreto en la razón y estudio social de los
protagonistas, sus relaciones y un propósito el MATRIMONIO como un ritual
necesario en la sociedad.
El narrador emplea
tonos satíricos
Consta de 61 capítulos
Elizabeth representa el
Prejuicio
Darcy representa el Orgullo
Wickman un villano
El Prejuicio es una
opinión sin juicio, o un examen que implica una hostilidad de aspecto negativo
enemigo de la lucidez
El Orgullo es una
pasión que mantiene en la obscuridad
y gobierna al que lo practica alejándolo
de toda posibilidad de clarividencia .
Orgullo y prejuicio se
encuentra entre las coordenadas del siglo 18 y el 19, obra profundamente
naturalista, desde un enfoque racionalista que moraliza.
Carmen Andrés
sábado, 12 de abril de 2014
lunes, 7 de abril de 2014
jueves, 20 de marzo de 2014
martes, 18 de marzo de 2014
Madame Bovary - Gustave Flaubert (1857)
Madame Bovary - Gustave Flaubert 1857
Conocí a Madame Bovary
en mi juventud, a raíz de su publicación en España, desconociendo que tanto el
editor como el traductor habían sido sancionados por pornográficos; y aunque la
devoré la historia con placer, no me
sedujo, dada la vida licenciosa de la protagonista, y la moral estricta que yo
proclamaba en aquellos años.
Y eso que teníamos
muchas cosas en común: ambas éramos lectoras compulsivas y transgresoras de la
norma. Yo misma la estaba leyendo consciente
de que se trataba de una novela incluida en el Índice, lo que la convertía en
un aliciente morboso.
Seguramente, dados mi
parámetros morales de los años 60, yo
hubiera participado en el jurado que atacó a Fleubert en el siglo XIX por
inmoral. Hoy he perdonado a la adúltera.
Qué palabra tan fuerte: ¡adúltera!
Emma no es más que una mujer tan simple como
apasionada, capaz de fabricarse una idea del amor absoluto y recíproco, en un
mundo que solamente existía en su imaginación. Una protagonista romántica, con
la cabeza llena de fantasías, que flota dentro de una novela escrita con visión naturalista y momentos de realismo
antológicos.
Parece que Flaubert
nunca llegó a pronuncial la frase que se le atribuye: “Madame Bovary soy yo” ,
pero el drama de la Bovary es el drama del autor, a caballo entre dos
corrientes literarias: el romanticismo en declive y el realismo pragmático y crítico con la situación social, que tan
crudamente describe con toda minuciosidad en su novela.
El genio de Gustave Flaubert
(Ruán 1821-1880), que escribió esta obra maestra basada en un hecho real, es
capaz de convertir una historia de adulterio convencional, no solamente en un profundo análisis de la humanidad sino en un ejercicio minucioso de literatura
exquisita, cuidando el más mínimo detalle de cada página, lo que le llevó cinco
años de apasionamiento creativo.
Han pasado mucho tiempo desde que la sociedad
puritana se escandalizara por la entrega incondicional de Emma a otros hombres
en los que quería encontrar la emoción que no le proporcionaba su esposo. Necesitaba
la aventura secreta y traicionera para darle chispa a su infidelidad. Ahí
estaba la gracia del vicio que ella consideraba propio de grandes damas
aristócratas.
Y no le fue dificil:
¿A qué Rodolphe, vividor si los hay, no se le exalta el ego para colocarse en
trance cuando la chica más fina del lugar, vestida a la moda palaciega, le dice
que su marido no la satisface y que él solamente puede saciar su ansia? Lo
mismo le ocurrirá a León, que tampoco se puede resistir al juego erótico que
Emma requiere.
Pero la apasionada,
que no consiguió convertir en amor su relación conyugal, terminaba por
convertir en conyugales sus relaciones furtivas, y sus idealizados amantes reaccionaban ante su entrega con la
misma vulgaridad con que lo hubiera hecho el mediocre médico que tenía por esposo.
Es tanto el deseo de amar y ser amada, que
esta infelicidad, generada por su propio inconformismo y la ceguera ante la
realidad, que esta situación ha dado lugar a una enfermedad sicológica conocida
como bovarismo.
Pero madame Bovary no
muere por amor, como Ana Karenina, por ejemplo: muere por miedo a enfrentarse a
la cruda penuria en que ha convertido
sus delirios.
Este plus de estupidez,
que tanto preocupaba al autor, al dolerle que la nación que había enseñado al
mundo el lema de “Libertad, igualdad, fraternidad”, podía convertirse en la más
superficial y egoísta, coloca a la señora Bovary en una clamorosa actualidad: su
necesidad de vivir por encima de sus posibilidades y su inconsciencia ante la evidencia
de su situación social por mor de lecturas frívolas, que constituían los
programas del corazón de la época.
Emma no es una lectora intelectual, con ánimo
de aprender y superarse, sino el prototipo de mujer insegura, devoradora de
folletines por entregas, gastadora en exceso para suplir sus carencias
pueblerinas comprando las novedades al uso, capaz de endeudarse y perder toda
su fortuna hasta llegar al embargo y a la desesperación.
Parece que el
consumismo estaba comenzando a proliferar y Flaubert da un toque de atención
ante este problema naciente en la pequeña burguesía de provincias, y que
estamos comprobando en nuestras propias carnes hasta dónde ha llegado en el
siglo XXI.
Escrita la novela por
un narrador omnisciente- excepto el primer capítulo, cuando Charles ingresa en
el colegio, que aparece en primera persona-, está salpicada de multitud de
personajes secundarios, encajados como en un puzle perfecto, en una visión
panorámica de la sociedad local, entre
los que destacan el farmacéutico Homais,
ansioso de ascender a la clase política; aunque ninguno tan patético como el
comerciante usurero Lhereux que es capaz de enseñarle con una mano el pagaré
firmado, que está a punto de vencer, mientras le muestra, con la otra, una tela nueva, para que Emma compre y siga
atrapada más y más en sus redes especulativas.
Flaubert, satirizó en esta novela a muchos estamentos
sociales a través de sus representados, como el
trepador farmacéutico, los médicos prepotentes -los doctores Canivet y Larivière-, y el abate
Bournisien, que organiza el sepelio con toda la parafernalia pero que no
ayudó a Emma cuando ella se lo estaba
suplicando.
El escritor, que
pasaba por racionalista desapasionado, que despreciaba la trivialización social
de la vida que había ahogado el romanticismo para caer en brazos del
capitalismo, ama a su protagonista a pesar de sus miserias. Hay mucha ternura
en la dramática muerte de Emma, tanto en sus sufrimientos físicos y morales
como en los de Charles Bovary, que no ha tenido capacidad para ver la realidad;
con esa esposa coquetuela y frívola, que alegraba su vulgar mundo profesional
cambiando las cortinas de vez en cuando y en cuya alma no necesita entrar
porque él ya es feliz, y eso le basta.
Pese a que la obra
“Madame Bovary” es representativa de la estupidez reinante en la segunda mitad
del siglo XIX, Flaubert, que amaba “la belleza por la belleza” es incapaz de
condenar a su heroína. Ni siquiera la juzga. Deja que lo haga el lector, que tiene que
debatirse entre esta fusión de realismo y romanticismo.
PJ Blanco Rubio Bilbao, 18-3-2014
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