domingo, 14 de septiembre de 2014

Taller de Crítica literaria Octubre 2014



DE PARTE DE LA PRINCESA MUERTA Kenizé Mourad

Una biografía nunca es neutral.

Hay biografías no permitidas, permitidas, maquilladas, camufladas o manipuladas. Hay, incluso, hagiografías, en las que el autor solamente se dedica a ensalzar al biografiado, con demasiado descaro algunas, que sale de ojo tanta virtud en un ser humano.

¿Pero en qué apartado se puede incluir la biografía de una madre a la que no se conoció, ni siquiera de nombre, hasta la adolescencia y en la que se busca la propia identidad?

Kenizé Mourad  (París, 1939), siendo periodista especialista en Oriente Medio, en “Le Nouvel Observateur” con estudios de sicología en La Sorbona, tras haber sufrido enormes problemas de personalidad, con intentos de suicidio, incluso; zarandeada desde el consulado suizo donde fue acogida medio muerta de inanición, hasta centros religiosos católicos, pasando de adopción en adopción, sintiéndose siempre extraña, necesitaba como terapia personal investigar en cuando documento encontrara acerca de la vida de su madre, la princesa turca Hanim SAI Selma Rauf  (Estambul, 1914 - París, 1941), casada en 1937 con el Rajá  de Badalpur, Amir al-Kotwara.

Y la periodista, tras dos años de profunda investigación, no encontró demasiados datos personales acerca de su madre, Selma, pero sí de las terribles circunstancias sociopolíticas donde transcurrió su vida en los cuatro lugares donde vivió, que son las cuatro partes en las que divide su libro: Estambul,  con la caída del Imperio Otomano y la creación de la nueva patria turca por Kamal Ataturk, donde transcurre su infancia; Beirut, colonia francesa entonces, conocido en aquellos años como el París de Oriente Medio,  en cuya cultura se educa y contrasta su religión musulmana con la cristiana; la  India profunda,  en el momento cumbre de su lucha por la independencia del Imperio Británico; y París, donde le llega la II Guerra Mundial, la pobreza y la muerte.

Cuando leí por primera vez “De parte….” hace unos 20 años, me interesé, tal vez demasiado, de los avatares de la princesa Selma, que nace en un palacio de Estambul, con una madre estricta, de acuerdo con su estatus de princesa otomana, rodeada de esclavas en el harén  custodiado por un eunuco, Zeynel, de origen albanés y que está enamorado, en secreto de su sultana. Dejé pasar un poco por alto los terribles momentos históricos, tan cercanos , y que entendía, entonces, como complemente a una vida exótica.

La Primera Guerra Mundial, de la que ahora recordamos el centenario, dio al traste con el Imperio Otomano convirtiendo su territorio en pequeños estados- entonces protectorados- desmarcándose, en un principio ,de la teocracia musulmana  máxime cuando los países europeos que los “protegían”, aportaban el cristianismo e hizo surgir los sentimientos nacionalistas  en éstos. El cristianismo, la religión de los dominantes, se convirtió en lo chic y Selma estudia en un colegio  francés de monjas de Beirut.

Allí, y cuando comenzaba a dejar de sentirse extraña por musulmana y turca, con una cultura a en la que se mezclaban las suras y  el ave María, cuando su vida de jovencita comenzaba a sentir la libertad, casan a mi Selma con un rajá de la India profunda, Amir, también a caballo entre su nacimiento indiomusulmán y sus estudios en las mejores universidades inglesas, como correspondía a  joven de tan alto linaje.

Estos acontecimientos son paralelos al movimiento independentista de Ghandi  con su teoría de la resistencia pacífica. (Es curioso que  Mourad opina que , tal vez sin ser consciente, Ghandi les estaba haciendo el juego a los ingleses porque evitaba las revoluciones populares, y ellos promocionaban su pacifismo)
El rajá exige a su esposa que salga de Baldapur argumentando su decisión por las revueltas populares  y resida en París , justamente en los preámbulos de la invasión alemana, cuando la alta sociedad, con la que ella conecta, quiere olvidar en saraos el problema que se avecina. Invasión que ocurre cuando da a luz a su hija y muere   arruinada y con la única compañía del fiel  Zeynel, que entrega a la recién nacida en el consulado suizo antes de desaparecer para siempre.

Escrita con una literatura impecable, la biografía de la Princesa Muerta es , a mi entender, una novela  catártica, en la que la autora intenta encontrarse a sí misma a través de esa madre que ella se ha inventado, analizando las situaciones que, supone o le consta que vivió.
Puede que de biografía contenga solamente datos y fechas. El mismo personaje de Zeynel, que es quien vertebra la obra, tiene todo el aspecto de ser una creación de una buena novelista, siendo su personalidad totalmente creíble.  Tal vez, la parte más biográfica pueda ser la correspondiente a la estancia de Selma en Baldapur, ya que Kenizé tuvo ocasión de hablar con su propio padre, posiblemente la única persona  viva que la conoció.

Pero Mourad asegura que para hacer fantasía hay que conocer muy bien los datos sobre los que se sustenta, sin aclarar, por supuesto, a dónde llega la realidad y dónde empieza la ficción. No es necesario: le resulta fácil no ya a la escritora sino a la hija, penetrar en el alma de su madre para analizar sus sentimientos, tantas veces contradictorios.

La escritora-periodista  aprovecha para analizar la situación política de cada uno de los lugares en los que se desarrolla la acción y hace un estudio acre y mordaz, tanto de alemanes como franceses y, sobre todo, ingleses, con su fatua pretensión de someter a sus criterios socioculturales países con una cultura propia, con su riqueza y sus miserias, que solo pueden remediarse desde dentro y nunca desde la imposición.
Siendo Kenizé Mourad una mujer de educación occidental, y tal vez porque en ella se mezclan elementos culturales con genéticos, es capaz de analizar cruda y despiadadamente, a la vez que cubre con el manto  amable de su idiosincrasia a cada tribu humana, que merece todos los respetos de las demás.


Leyendo “De parte  de la Princesa Muerta” , que me ha seguido atrayendo y con el que he disfrutado, he  recibido una lección de humildad , que me ha hecho cuestionar mi  postura de europea ante la dignidad de  personas de otras razas, tan diferentes , y  a las que me cuidaré muy mucho de dar consejos sin haber escuchado antes sus razones vitales, incomprensibles muchas veces para mí.

 PJ Blanco Rubio. Bilbao, 14 -9-2014

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