Reconozco que mis conocimientos de
Astrología son muy primarios.
Pero tengo que admitir que las conjunciones de los
astros, que dan ocasión a acontecimientos transcendentales, ocurren: lo hemos
experimentado los amigos de la Asociación “Escribe-lee” en el viaje que acabamos de hacer a Madrid, que
se organizó vía cultural, y las estrellas lo mezclaron con un suceso futbolero
de primera magnitud: el partido final de la Liga de Campeones, y con las
elecciones al Parlamento Europeo.
El equipo formado por Marijo Biurrun, Eva Beriain y
José Manuel Galante, habían organizado el viaje y no lo tenían previsto: lo que
afirma que los astros nos querían ubicar, por su cuenta, en un momento
glorioso.
Salimos puntuales de La Granja de la Plaza
Circular, y llegamos a La Granja de San Ildefonso, amenizando el recorrido con
lecturas escogidas por Galante para la ocasión.
Aunque seamos de Bilbao, hemos de reconocer que La
Granja de San Ildefonso es algo mejor que la nuestra, pese a que en ella no se
pueda comer talo con chorizo.
Tampoco creo que el talo le gustara a Felipe V, que
venía de la relamida corte francesa. Pero sí le gustó el lugar, que ya había
sido palacio con coto de caza para la realeza desde los Trastámara. Así, que se
construyó un palacete de vacaciones para los fines de semana y otros puentes
protocolarios, a instancias de su segunda esposa, Isabel de Farnesio, que dicho
entre nosotros, y bajito, debía de ser una mala pécora.
Este detalle lo comentamos, ya al final, paseando
por los jardines, con la guía turística, que, como tenía que ser políticamente
correcta solo nos contó, durante la visita, que al pobre Felipe V, como padecía
depre, le habían colocado la cama enfrente del balcón para que contemplara
desde el lecho las sonoras fuentes que rodean el Real Sitio.
Comimos los famosos judiones de La Granja, entre
otras viandas, en el restaurante Roma, junto al palacio y salimos lanzadas
hacia Madrid para alojarnos en el hotel Inglés, en el mismo centro, y salir, ya
aseaditas, a dar una primera pasada por la Villa.
Galante, iba con su chuleta, que había trabajado
bien, a fin de no dejarnos perder detalle de los lugares señeros por los que
pasábamos, y en los que nos detuvimos para leer datos de interés. Desde la
calle Echegaray pasando por la Puerta del Sol y por la calle Arenal, llegamos a
la Ópera, Plaza de Oriente, Palacio Real y Almudena cuando el sol se ponía en
una tarde hermosa de nubes y reflejos.
Ya nos estábamos cansando; así que, cuando
aterrizamos en el Mercado de San Miguel, la cuadrilla se disgregó y nos
sentamos en terrazas, en grupitos, a tomar unas tapas. La noche contratada era
de magnífica primavera.
El plan del día 24 salía muy intelectual: comenzaba
con una visita a la Biblioteca Nacional a las 12. Cada uno se organizó como
quiso el tiempo previo. Mi cuadrilla se dio una vuelta por el Paseo del Prado y
Recoletos, donde tomamos un cafelito en el Gijón, como pedían las
circunstancias.
Nos hicimos fotos con Alfonso X en las escaleras de
la Biblioteca, antes de entrar. No nos quiso contar el rey Sabio que la
Biblioteca Nacional, que presume de haber informatizado sus archivos
literarios, tiene una oficina donde, en vez de ordenador, utilizan todavía
facistol- ambas palabras riman en asonante, es verdad, y puede despistar al
personal- y en los pergaminos no les constaba nuestra visita, ni nos tenían
preparado el guía prometido.
Así que nos conformamos con visitar la exposición
temporal sobre la Generación del 14, a toda prisa, hartas de esperar, cuando
podíamos habernos regodeado con ella, porque era muy interesante. Incluso
dedicaba un panel a las mujeres del Lyceum, que tan afines son a nosotras.
Lo que más nos dolió fue ver a Marijo
disgustadísima, haciendo la reclamación pertinente in situ. No tiene muy claro
si ha de reclamar y quejarse de nuevo vía email o vía paloma mensajera.
Menos mal que la alcaldesa, Ana Botella, nos había
cedido un reservado en el Ayuntamiento para comer. El lugar era muy coqueto,
conjugando la arquitectura del antiguo palacio de Comunicaciones con línea
supermoderna y, en el centro, una mesa de cristal negro, elegantísima. Lo del
cristal debe ser para que creamos que hay transparencia en el Ayuntamiento.
Como que no supiéramos cómo están las cosas. Lo que no ha podido ocultar es que
han hecho un ERE con los camareros, escasos y tan lentos que la comida llegaba
fría y tarde.
Tanta demora impidió aprovechar con fundamento el
tiempo libre hasta la cita en el “Café Comercial”, en la Glorieta de Bilbao.
Algunas listillas se ensayaron los textos que luego debían declamar y otras nos
dimos una cabezada en un saloncito de lectura anejo a la cafetería del
Ayuntamiento. Un placer.
El “Café Comercial” incluye un recinto, en el piso
superior, propio para eventos culturales. Allí teníamos la cita con Ángela
Figuera. Acudió su familia en pleno y cuantos contactos habíamos apañado: el
salón estaba lleno, pese a que, en esos mismos momentos, Madrid se preparaba
para el gran derby: Real Madrid- Atlético, que, pese a jugarse en Lisboa, traía
a la ciudad en ascuas.
El recital resultó entrañable, y tanto el público
como los que lo organizaron y lo ejecutamos quedamos satisfechos. Al salir no
encontramos un alma en la calle: los dos estadios, las casas y los bares
aglutinaban a los forofos, bien vestidos con los colores de su equipo y
dispuestos a salir disparados hacia las plazas de Neptuno o Cibeles, según
quien ganara.
Como nosotras éramos neutrales, fuimos a cenar a un
restaurante cerca del hotel. En el piso de abajo estaba el bar lleno de
atléticos, se supone, porque fueron más lamentos que gritos de gozo los que
escuchamos al final del partido: la copa se la llevó el Real Madrid. La fiesta
era, pues, en la Cibeles y hubo quien se quedó hasta altas horas de la
madrugada en algún café contemplando la euforia de los ganadores, que se
dirigían hasta la concentración.
Todavía, en la mañana del domingo 25, cuando
salimos las madrugadoras a darnos una vuelta hasta Atocha, a través de la calle
de Las Huertas y leer los textos inolvidables de nuestros mejores poetas
escritos en la calzada, nos tropezamos con más de cuatro borrachines, que
buscaban su casa mientras las máquinas limpiaban la basura que daba fe de la
gamberrada nocturna.
A eso de las 12 llegamos a Alcalá de Henares. Nos
esperaba Silvia, guía turística, vestida a la usanza de los estudiantes de la
Universidad durante el barroco. Nos acompañó en el recorrido de una ciudad
llena de historia y de hijos ilustres tanto los nativos como los que
aprendieron en las aulas tanta sabiduría como se almacenaba entre sus
bibliotecas. A Silvia se le veía el plumero: es más fan de Quevedo y de Lope
que de Cervantes; aunque ha hecho un estudio acerca de las hermanas del
Príncipe de los Ingenios, a las que, por leídas, el vulgo ignorante de la época
las marcó, tristemente, como putas. Tema interesante éste, en el que habría que
profundizar.
Comimos en el restaurante “El sexto sentido”, que
tuvo el detallazo de incluir el logotipo de la asociación “Escribe-lee” en el
texto del menú.
La vuelta fue un poco larri. El conductor nos puso
una película que rompió el clima del grupo. Así que no tuvo la altura
intelectual que procedía, dado el nivelazo de todas y cada una de las viajeras.
Faltó esa despedida literaria que nos merecíamos en
la que le debíamos dar las gracias a los organizadores mientras recordábamos
las anécdotas del viaje y leer el poema colectivo que habíamos escrito en la
cena, la noche anterior.
Mientras nos acercábamos a casa, las familias nos
comunicaban cómo iban las votaciones al Parlamento Europeo. Este era el tercer
momento astral del fin de semana.
Parece que los partidos poderosos se han
fraccionado y han comenzado a surgir otros, más pequeños, todavía puros y sin
contaminar.
Algún día, Europa, que está sufriendo dolores de
parto, y a la que le quedan todavía muchas contracciones dolorosas, parirá un
país múltiple y dichoso en el que tengan cabida los poetas.Está escrito en las estrellas.
PJ Blanco Rubio Bilbao, 27, 5, 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario