Ya Cervantes tuvo necesidad de buscarse un don Quijote y utilizar su locura para exponer su análisis del mundo en un libro cargado de humor y denuncias.
Así, Laura Restrepo (Bogotá, 1950), gran conocedora de la realidad de Colombia, y miembro en 1983 de la comisión negociadora de paz entre el gobierno y la guerrilla del M-19, necesita ingeniarse una protagonista loca, Agustina, perteneciente a una familia de la alta burguesía enriquecida gracias al blanqueo de dinero, para denunciar las miserias de una sociedad noqueada por la droga, envuelta en hipocresía y que aniquila todo aquello -la homosexualidad de Bichi, la infidelidad del padre, la pobreza del Midas, la impotencia de la Araña Salazar- que pueda alterar el orden establecido por los convencionalismos y tutelado por los mafiosos de Pablo Escobar.
Agustina Landoño y su familia viven su aventura en las páginas de “Delirio”, -obra premiada en 2004 con el premio Alfaguara- que se convierte, desde el principio de su lectura en una obra delirante, en la que el lector debe jugar con la multiplicidad de personajes, que hablan en distintos tiempos y distintas personas, mezclando su discurso con el del narrador ommnisciente, que organiza el texto al que la autora le confiere unos signos de puntuación personales, que origina un verdadero frenesí lector.
Como Jean Rhys en “Ancho mar de los sargazos”, Restrepo bucea más allá de la estructura mental de Agustina y crea una red de información acerca del mal de la protagonista escrutando antecedentes familiares en los parientes; la misma infancia de Agustina con los secretos erótico-maternales; su complejo de Electra, que le hace vivir pendiente de su padre, el patriarca, de cuya desafección y manipulación se venga ella con múltiples amantes; y la búsqueda de datos acerca de su pasado por parte de Aguilar, esposo y protector.
Todo ello, a través de continuas analepsis- flashback en leguaje cinematográfico-, entrelazadas con escenas en tiempo real, ya que la historia sucede en un fin de semana, en las que se nos ofrecen los manejos de la cuadrilla de altos traficantes de droga y que es la que consigue crear un clima de intriga, que crea la estructura de la novela, perfectamente cerrada y con un fin insospechado.
“Delirio” está construida en base a dos fuertes tendencias: el realismo mágico y la narco-narrativa. Dos modos estéticos que poco comparten tentre sí en la teoría, pero que van de la mano en la praxis literaria, encontrándose en ambas la multiplicidad de voces que construyen el relato; en el que la posición del narrador que cuenta interesa más que la propia narración.
El hecho de que, aparentemente, se trate de una novela de sentimientos no le impide acercarse a la realidad social del país. En escenas hilarantes de humor, en el lenguaje coloquial colombiano, Restrepo hace un retrato cruel de las miserias de los mafiosos, de su sometimiento al capo y de la implacable venganza que éste pude prodigarles en caso de la más pequeña infidelidad o del reto que Pablo Escobar había lanzado a la autoridad a través del terrorismo.
Si bien “Delirio” comparte rasgos con la narco-narrativa no pertenece por completo a él. También posee características del realismo mágico, con el espacio mítico delirante encarnado en la figura del abuelo Portolinus o llenando de magia realista las actuaciones visionarias de Agustina, que alteran el desenlace de la novela y que se mezclan aleatoriamente con relatos totalmente próximos y sensatos, propios de la narco-narrativa, como el del Midas cuando afirma que ”Toda historia es un gran pastel, cada quién da cuenta de la tajada que se come y el único que se da cuenta de todo es el pastelero”
Bilbao, 28-4.2013 P.J. Blanco Rubio
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