MAL DE AMORES (1996- Ángeles Mastretta)
Ángeles Mastretta (Puebla, 1949) publicó su cuarta obra, “Mal de amores”, en 1996, por la que recibió el premio Rómulo Gallegos, uno de los más prestigiosos de la literatura hispanoamericana , quedando consagrada como una escritora de primera línea.
No me lo pareció así, cuando lo he leído recientemente. Es más: me resultaba una obra menor, estructuralmente plana, en la que los personajes se van sucediendo progresivamente sin más argumento que el devenir de una capital de provincias en el México prerrevolucionario; con un aparente protagonista, Diego Sauri, procedente de Yucatán, de triste pasado que le hace emigrar y enfrascarse en las hierbas curativas y que arriba en Puebla donde se casa con Josefa Veytia, dama serena y cultivada, hermana de una Milagros Veytia, rarísima para su época, que prefería no casarse con el hombre que amaba para seguir en libertad.
Nada hacía prever que, transcurrido el primer tercio de la lectura, bastante sosa por cierto, aparezca en la casa de los Sauri una chiquilla inteligente, independiente, curiosa y apasionada, Emilia, que transformara la relación de tertulias político-sociales que mantenían los liberales prerrevolucionarios del lugar en la casa del doctor Cuenca, en una novela interesante, llena de matices humanos.
Emilia Sauri se convierte en protagonista definitiva después de una serie de personajes aparentemente intrascendentes .
Esta Emilia es un tanto especial: nace en una familia por demás librepensadora, equilibrada, con unos padres incomprensiblemente comprensivos- principios del siglo XX, burguesía provinciana- que no ponen el grito en el cielo sino que sonríen cómplices la noche en que se acuesta con du adorado Daniel Cuenca, ahijado de la tía Milagros, la rompedora, novia eterna del poeta Rivadeneyra, tan enamorado como complaciente. Nada que ver con el hombre machista mexicano de las películas de Zapata: Rivadeneyra es un hombre del siglo XXI por lo menos. Más moderno todavía es el marido de Emilia, el doctor Zabalza, aceptando, en su inmenso amor, las batallas sexuales de Emilia con su amante eterno, Daniel.
En la novela no se cuenta las habladurías de la sociedad poblana, alta y baja, del modo de vida libertario de estas familias honorables ni si les hacían feos en las fiestas ni nada de esas vulgaridades.. Lo que se cuestiona en ella es la capacidad de amar a dos hombres simultáneamente.
Hasta este momento, esta situación de enamoramiento doble estaba perfectamente documentada tanto en la vida real como en la ficción a través de múltiples varones . Pero ¿y la mujer? ¿Puede una mujer ser dual como un varón y ofrecer a cada uno de sus dos hombres una de sus caras sin deterioro de la otra?.
Pues sí: Emilia Sauri es capaz de buscar la pasión en el revolucionario inestable Daniel y la serenidad en el médico científico Zabalza. Porque Emilia sabía lo que quería y lo que le podía pedir a cada uno, y era imposible exigirle sensatez a Daniel, que prefería la revolución a vivir establemente con ella . Ella misma deseaba la seguridad que le ofrecía el médico a cambio de poder ejercer la medicina -de la que tampoco estaba dispuesta a renunciar- que era su gran pasión.
Más que una novela que cuenta una historia, “Mal de amores” me ha parecido una parábola que embellece una situación utópica en un momento muy conflictivo de la historia de México, la Revolución, que la autora describe con toda su crudeza.
Claro que existieron mujeres revolucionarias en los duros momentos en los que se desarrolla la acción. Y muy interesantes. Pero fueron denostadas por la burguesía moralmente conservadora de cualquiera de los bandos en litigio, cosa que no se percibe en el libro donde se ignora todo aquello externo a la situación indudablemente insólita, de una mujer que pueda amar a dos hombres a la vez… y pueda hacerlo impunemente.
Tal vez la vida de Emilia esté formada por retazos de la vida de otras mujeres que vieron tronchada su trayectoria por las circunstancias adversa de una sociedad castrante.
A medida que avanza la lectura de “Mal de amores”, la novela se va enriqueciendo en expresión con descripciones acertadísimas y ahondando en el estudio de los estados de ánimo y las características de los personajes, con páginas muy hermosas que hacen desear que Emilia se mereciera haber existido y haber podido ser libre en su sensatez y su apasionamiento rodeada de varones también libres de pensamiento y de obra.
Bilbao, 3/ 4/ 2013 P. J. Blanco Rubio
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